El horrendo y cobarde asesinato de las hermanas Mirabal y del chofer Rufino de la Cruz, perpetrado el 25 de noviembre de 1960 por esbirros de una tiranía sin ejemplo, motivó a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) a declarar 39 años después, a esa fatídica fecha como Día Internacional de la No Violencia contra la Mujer.
La muerte a garrotazos de Patria, Minerva y María Teresa junto al conductor del vehículo que las traía de regreso a su natal Salcedo, después de visitar a sus esposos que guardaban prisión en una ergástula de Puerto Plata, constituye una daga incrustada en el corazón de la República.
La dictadura de Rafael Leonidas Trujillo nunca tuvo límites para perseguir, encarcelar o asesinar a cualquier ciudadano que osara criticar al gobierno o reclamar libertad y democracia, como fue el caso de las Mirabal y del chofer De la Cruz, víctimas de uno de los más atroces crímenes políticos.
Tan lacerante tragedia sirve de marco para la conmemoración de una efeméride con la cual la humanidad se yergue contra toda forma de violencia o intimidación contra la mujer, que en el siglo XXI, aún padece de represión, intimidación, acoso, exclusión en gran parte de la geografía mundial.
Millones de mujeres son sometidas a brutales formas de represión ideológica, religiosa, política, laboral, académica y social relacionadas con su género o mezclada con sus ansias, luchas y reclamos de libertad, igualdad y dignidad.
La pandemia del coronavirus ha agravado la condición de subordinación económica, social y política de la mujer que junto a su hijos representa la mayor parte de la población condenada a pobreza y marginalidad extremas, con precario acceso a la vivienda digna, alimentación, educación y salud.
Más de 40 mujeres han sido asesinadas durante 2020 a manos de hombres despechados, mientras miles padecen acoso físico y moral por individuos que las consideran objeto sexual o esclavas hogareñas, sin que todavía el Estado y el Gobierno apliquen políticas sociales y jurídicas que las liberen de la opresión.
La garantía plena de los derechos de la mujer y su liberación absoluta de toda forma de violencia o marginación es tarea aún pendiente en República Dominicana, que todavía llora la muerte de las hermanas Mirabal y del chofer Rufino de la Cruz, asesinados un día como hoy hace 60 años, por esbirros sin alma al servicio de una tiranía sin escrúpulos, cuyo sátrapa fue ajusticiado seis meses después, como respuesta quizás a ese brutal y cobarde crimen.

