Opinión QUINTAESENCIA

Fideicomiso y verdad

Fideicomiso y verdad

Rafael Ciprián

El inconmensurable José Martí, patriota cubano y mártir en Dos Ríos, con su lenguaje bíblico nos enseñó, y el profesor Juan Bosch lo popularizó, que en política hay cosas que se ven y cosas que no se ven, y que muchas veces las cosas que no se ven son más importantes que las que se ven.

La verdad del autor de los Versos sencillos se puede aplicar a todas las manifestaciones de la vida y de la sociedad. Por eso le cae como anillo al dedo al fideicomiso público.

En la entrega anterior de esta columna afirmamos que “…el fideicomiso, público o privado, es un contrato, un instrumento jurídico, mediante el cual el o los fideicomitentes o fiduciantes transmiten bienes de su propiedad a otra persona física o jurídica, llamada fiduciaria, para que esta administre e invierta esos derechos en provecho propio o de un tercero, denominado beneficiario, y se transmite la propiedad, previo plazo o condición, al fideicomisario, que a su vez puede ser la fiduciante o el beneficiario o un tercero.”

Ciertamente, así es. Y con todo lo que debe comprenderse entre líneas, semióticamente, en ese concepto.
Para comprender la función y el uso intensivo del fideicomiso público hoy, debemos saber que es con este gobierno, encabezado por el presidente Luis Abinader Corona, que lo más avanzado de la burguesía nacional toma el control del Estado. Se cansó de financiar políticos, que con soberbia se le independizaron. Ahora decidieron ser ellos, directamente, los que tomen el toro de la cosa pública por los cuernos. Tienen conciencia de clase, en sí y para sí. Eso es bueno.

Nuestro Estado nació controlado por los hateros, con el general Pedro Santana como jefe. Y luego se desató la rebatiña entre la pequeña burguesía para dirigir la cosa pública. Primero con los trinitarios, luego con los baecistas, jimenistas, horacistas, trujillistas, hasta llegar a los balagueristas, perredeístas y peledeístas.

La burguesía nacional necesita hacer negocios para crecer, gobernar mejor y controlar a la pequeña burguesía. Esta agigantó el Estado. Hay que achicarlo. Y Margaret Thatcher, Tony Blair y Ronald Reagan, con su neoliberalismo, están desacreditados. No es políticamente correcto privatizar o capitalizar los bienes públicos. Ya se hizo. Urge buscar otra fórmula.

¡Eureka! La tienen: El fideicomiso público es la solución. Permite hacer grandes negocios legalmente con el Estado y, por tanto, sin acusación de corrupción.

Sabemos que en los Estados fuertes, con naciones educadas, como Europa, el fideicomiso público es rechazado; pero en los Estados débiles, con pueblos ignorantes, es aceptado, como en Latinoamérica.
Ciertamente, el fideicomiso no es malo ni bueno. Es un instrumento, como el cuchillo. Todo depende de quién lo maneje.