Podía suponerse que la distribución de las vacunas contra el coronavirus comenzaría por los países ricos, pero en modo alguno que las dosis serían acaparadas. Tan escandalosa ha sido la adquisición de las vacunas por los más pudientes que hasta la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha denunciado el monopolio.
Las diez principales economías no han demorado en acaparar el 75% de las dosis que los laboratorios han colocado en el mercado. Las naciones que por falta de recursos o alguna otra razón no realizaron a tiempo los trámites financieros están en una situación muy difícil ante la propagación del virus.
El director de la OMS se quejó de que no sería sensato de que los adultos más jóvenes y sanos de los países ricos se vacunen antes que los ancianos y trabajadores sanitarios de las naciones pobres.
Además de la OMS, muchas sociedades especializadas han advertido sobre las consecuencias en las naciones pobres que no puedan vacunar a la población, sobre todo en una fase en que el pico de la pandemia se ha disparado. Las superpotencias deben entender incluso el riesgo que supone la exclusión con la aplicación de la vacuna.