Opinión

Gota que colma copa

Gota que colma copa

La corrupción es el flagelo que más ha lastrado el desarrollado de la región, o, en su defecto, que la ha mantenido sumida en un lacerante atraso. Los beneficios de sus materias primas que exporta a Europa, así como de servicios como el turismo solo han servido para enriquecer una clase política y a grupos económicos enquistados en el poder. De otra manera no se explica que además de la pobreza y las desigualdades estos países estén abrumados de problemas que hace muchos años fueron resueltos por naciones a las que la naturaleza se lo negó casi todo.

Pero la cruzada contra esa epidemia que ha causado tanto daño en la región en modo alguno se puede convertir en una cacería de brujas. Cierto es que se han defenestrado presidentes en pleno ejercicio del poder, como ocurrió con Otto Pérez Molina, en Guatemala, y que se han ordenado procesos contra exgobernantes acusados de corrupción. Los casos de Ricardo Martinelly, de Panamá, y Antonio Saca, El Salvador, indican que no solo se persigue a exmandatarios vinculados a la izquierda, contestarios, sino también a la derecha.

Sin embargo, la investigación contra el expresidente de Brasil, Lula da Silva, ha evidenciado una saña que hace pensar que su objetivo no es determinar sus posibles vínculos con actos dolosos, sino humillarlo. Que un fiscal solicite orden de prisión porque estima que el principal referente de la izquierda latinoamericana puede fugarse no es ninguna muestra de que la justicia debe ser igual para todos, que será siempre lo deseable, sino un pretexto que solo persigue empañar su reputación. Nadie se imagina a una figura como Lula huyendo de su país para evadir un proceso judicial.

La batalla contra la corrupción es más que necesaria en una región que ha sido depredada por políticos inescrupulosos. Pero uno no quiere pensar que en esa cruzada se esconden intereses que retrotraen a los tiempos de la persecución contra el comunismo, en que las ideas eran un delito. A Lula se le ha tratado como si fuera un delincuente. El enriquecimiento ilícito y todas las variantes de la corrupción tienen que enfrentarse, pero sin llegar a los extremos en que se ha llegado con el líder del Partido de los Trabajadores.

Tras Lula da Silva el siguiente objetivo es forzar la salida del poder de la presidenta Dilma Rousseff. Y de esa manera propiciar la caída de otro enclave de la izquierda latinoamericana. Lo de Lula, que ha sido la gota que colma la copa, no es casual. Se inscribe dentro de la corriente que a nombre de la cruzada contra la corrupción y el populismo ha provocado mucha algarabía en fuerzas cavernarias por derrotas de la izquierda en Argentina y Venezuela, y que amenaza el proceso en Bolivia.

El Nacional

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