Si en algo ha contribuido la democracia y la democratización de las informaciones, es a crear un sentimiento claro de que quienes ejercen el poder político son seres humanos como nosotros y se deben a nosotros porque entre otra razones somos nosotros y nosotras quienes los elegimos y los pagamos. Son nuestros servidores públicos.
Ya arbitrariedades del Medioevo como el derecho de pernada de los aristócratas, la explotación inmisericorde del campesinado y trabajadores, el cortarle la cabeza a una reina por rivalidades (caso de la de Escocia), el saqueo de otras naciones con la justificación racial de la superioridad de a raza blanca, caso de toda Africa, y muy cercana al corazón de Suráfrica, Asia, América Latina y el Caribe, se asumen como lo que son: inaceptables abusos de lesa humanidad.
Esta conciencia universal parece serle ajena al actual príncipe Carlos de Inglaterra, quien pronto se coronará como rey, algo que la reina Isabel intentó prolongar a sabiendas de las excentricidades de su hijo, famoso porque le planchan los cordones de los zapatoss, lo bañan y cepillan los dientes, para no hablar de su relación con su actual esposa, quien, como su entonces casada amante, le eligió a la jovencita que habría de ser la madre de sus herederos: Camila Parker.
Esta telenovela de mal gusto es universalmente conocida por lo que no vale la pena repetirla en todos sus escabrosos detalles y si escribo este artículo es para que se nos quite esa adoración rayana en culto a seres humanos que no merecen nuestro respeto y mucho menos que le regalemos nuestros recursos naturales, sean marítimos, o minerales, por un no reconocido complejo de inferioridad en búsqueda de un falso prestigio social.
El próximo rey ya ha dado muestra de su carácter en Irlanda donde una pluma defectuosa con la que tenía que firmar le provocó un ataque de furia, y ahora entregándole la casa que le dejó la reina a su nieto Harry y esposa Meghan, a su hermano Andrés. Doble metida de pata porque Andrés fue destituido de sus funciones cuando se descubrió, con pruebas fotográficas, que era pate de una red mundial de pederastas de niñas, manejada por un depredador llamado Epstein, a cuya isla privada viajraron, en su jet privado, personajes cono Clinton (siete veces) y otras figuras mundiales.
El horror de que Andrés, conocido por su soberbia y arrogancia, con dos hijas adolescentes, fuese un pederasta aún perdura en el mundo, y que sea precisamente a Andrés a quien el próximo rey le deje la casa es insólito y muy torpe, porque aunque Meghan no sea admirada por todo el mundo es una afrodescendiente de los Estados Unidos que se ha atrevido a denunciar algo que todo el mundo sabe: que la monarquía inglesa y gran parte de la aristocracia es racista y lo ha sido siempre, y eso no debe sorprender a nadie.