La isla, única e indivisible, está ocupada por dos pueblos con características culturales diferentes, pero obligados (¿condenados?) a convivir en armonía durante los siglos por venir. Lo que ocurra de un lado, indiscutiblemente afecta al otro. Aumentar las deportaciones, prohibir la atención médica a embarazadas e indocumentados, auditar los favorecidos con permisos de residencias en particular a estudiantes universitarios, son medidas inicuas e inoportunas.
Haití atraviesa un grave periodo de inestabilidad e inseguridad y la amenaza para nuestro país no son tanto las pandillas que imperan en los centros urbanos, tampoco una poblada con miles de desplazados, sino, la disminución y/o la interrupción del comercio y la inmovilización de mano de obra en la agricultura y la construcción. Áreas fundamentales de nuestra sacudida economía.
Los llamados a las potencias mundiales para que intervengan nueva vez, no han encontrado respuesta positiva. Estados Unidos ya no es el policía del mundo; La experiencia de los franceses en África es cuestionable; Canadá no tiene vocación interventora; China y Rusia al igual que todos los demás países están ocupados buscando solución a sus propios problemas.
Durante varios años, la figura de la MINUSTAH, logró reducir el clima de violencia, pero su presencia allí no podía ser indefinida. Además, ¿desean los haitianos ver mancillada nueva vez su soberanía? La experiencia indica que ningún proyecto externo va tener éxito, si no se cuenta con actores internos que estén dispuestos a colaborar y sacrificarse por el bienestar común.
Corresponde a nosotros colaborar en la solución efectiva de los problemas. Comencemos por desoír las voces de los ultranacionalistas que, con su arrogancia y pronunciamientos racistas y xenófobos, pretenden llevar al país a un enfrentamiento o mas bien a un nuevo “corte parejo”. El gran despliegue militar en la frontera de un país que no tiene ejército; solo crea desconfianza y aumenta las tensiones entre residentes de la zona.
Lo primero es crear un clima de seguridad, y la policía haitiana, puede lograr esa tarea, si se les provee de mayores recursos y leyes más estrictas. Identifiquemos los haitianos (dentro y fuera del país) a quienes debemos apoyar políticamente. Busquemos alianzas con países y organismos regionales y finalmente, procuremos un plan de desarrollo con una integración económica que beneficie a los dos pueblos.