El nuevo récord de 2,106 contagiados en un día invita a reflexionar tanto sobre la eficacia de las medidas para prevenir la propagación del coronavirus como de su aplicación. Es evidente que la población, antes que colaborar, ha desafiado el impacto de una enfermedad que ha cobrado más de dos mil vidas, además de reducir a su mínima expresión las actividades productivas. Por las dificultades para bajar el pico se ha tenido que endurecer las restricciones sanitarias.

Pero la indisciplina de la población no parece la única gran falla. Con el rebrote también se advierte que el patrullaje no ha sido todo lo eficiente que se necesita para obligar a la población a respetar el protocolo sanitario.

Con las últimas restricciones, las más duras desde que se detectaron los primeros casos en el país, es para que la pandemia decline la curva ascendente que ha observado.

Sin embargo ha sido en este mes de enero cuando se han registrado los mayores casos de contagio. No puede tolerarse el desafío que se enarbola como una gracia de gente que para justificar las violaciones afirma que para que la mate el aburrimiento confinada en la casa, que la vida se la quite la covid en la calle.

Las estadísticas y la incapacidad de las clínicas con relación al virus son alarmantes.

Si la población no entiende la necesidad de cooperar para reducir los contagios y recuperar las actividades productivas, entonces a las autoridades no les queda más alternativa que actuar en consecuencia, conforme a las leyes.