En los últimos tiempos, siempre con el desgaire de directivos y activistas del Colegio Dominicano de Periodistas (CDP), en su sede y en diversas seccionales, el periodismo dominicano es arropado por el intrusismo.
Ya son muchos los intrusos, es decir, con oficios o disciplinas ajenas al sector, que hacen el papel de periodista, desplazando a los auténticos profesionales del área.
Creemos que así como ningún periodista está obligado a pertenecer al CDP, y puede ejercer al margen; del mismo modo, el que no lo sea no debe incursionar en el oficio. Mucho menos recibir el beneficio que le corresponde a los matriculados del organismo comunicacional.
En este punto, los periodistas parecemos consustanciarnos con la partidocracia donde, con mucha regularidad, dirigentes y militantes políticos son relegados por gentes que nunca luchó por la organización política que logra el poder.
Hay otra impedimenta que cargan los periodistas, sobre todo los reporteros. Nos referimos a las archicofradías. Estos son grupos que aún sin un trabajo sostenido, son privilegiados. Se conforman los atisbos complacientes de advenedizos enrolados irregularmente en el CDP.
El grupo precitado, y otros “especímenes” del periodismo, nunca apoyan a los periodistas y reporteros de sobrados méritos. Son, en esencia, arribistas, y tienen fintas de elitistas; solo aparecen cuando pretenden destacarse o adquirir algún reconocimiento o beneficio.
Entre ellos, están los que han incurrido en inmoralidades y conducta antiética, en lo profesional. Estos licenciosos, junto con quienes los aúpan, parecen conformar una “mafia boba”. La degradación del periodismo dominicano provoca que muchos de nosotros no asista a reuniones extraordinarias, ni aspiren a ser directivos en ninguna de las seccionales, incluyendo la de Nueva York; para no caer en complicidades, ni ser confundidos.