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Joven enamorada

Joven enamorada

Pedro P. Yermenos Forastieri

Su excelencia académica se puso de manifiesto desde muy joven. Aplicada, estudiosa, inteligente, cuestionadora y trabajadora.

Tantas cualidades garantizaban resultados exitosos.
Sus calificaciones en la escuela primaria y secundaria alcanzaron los niveles máximos.
Ingresada en la universidad, su desempeño, lejos de decrecer, se incrementó. Todas sus materias las concluyó con las notas más altas. Fue la más destacada de su promoción y, por eso, recibió un reconocimiento.
Lo más resaltante era que no se trataba de una joven dedicada exclusivamente a estudiar.

Como cualquier persona de su edad, hacía todas las cosas propias de esa etapa de la vida.
Se divertía, salía con sus amigos y asombraba por esa gran capacidad de involucrarse con destreza en tantas y diversas actividades.

Como suele suceder en personas con sus características, no era la más afortunada en las relaciones de pareja.
No muchos hombres se le acercaban por considerar que no reunían el perfil adecuado para satisfacer las que suponían elevadas expectativas de una mujer provista de tantas herramientas. Sus tres primeros novios fueron relativamente efímeros y, al terminar con el tercero, el período de soltería se prolongó tanto, que empezaron a manifestarse en ella signos de desesperación.

Su papá estaba tan ilusionado como ella con el proyecto de maestría que desarrollaría en Europa. Unos meses antes de la partida, conoció un muchacho y empezaron a salir. Su progenitor, presintiendo el impacto negativo que esa relación en ciernes podía tener en la continuación de su formación, empezó a persuadirla de que no podía haber mejor prueba para la contundencia de ese nuevo amor, que una separación como la que iba a producirse. Notaba que la tesis no estaba resultando muy convincente.

Aquella mañana fue preocupante para el papá. Su hija lo visitó en su oficina para decirle que desistiría del viaje, pero que le prometía que haría los estudios en el país. Él apeló a la certeza que tenía de la gran influencia que ejercía en ella y le dejó caer, sin edulcorar la píldora, que su decisión le producía una gran decepción.

La estrategia funcionó de maravilla. Se marchó a España. Pocos aprovecharon la experiencia como ella. Viajó, se divirtió, e hizo el máster con su acostumbrada brillantez.

A su regreso, las oportunidades laborales le llovieron. Para mayor alegría, pudo preservar su pareja. Estaba feliz. Las palabras le faltaban para agradecer a su papá haberla convencido de la ruta que finalmente transitó.