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Julian Assange, “el villano”, enfrenta grandes poderes de  potencias y banqueros

Julian Assange, “el villano”, enfrenta grandes poderes de  potencias y banqueros

El enjuiciamiento que pudiera esperar a Julian Assange, que honestamente se atrevió, con un valor invaluable, a estremecer la morada de los dioses, no estaría entre los menos paradójicos de la historia.

Se pretende enjuiciar un “delito” que indudablemente deberá ser contrastado- pero sólo a nivel de opinión pública, que pesa como opción, pero que no sería decisivo-con la carga inmensa de lo filtrado en un portal quemante que ha servido para develar una cadena enorme de otros delitos de envergadura, como los bancarios, por ejemplo.

De esa temeraria y peligrosa osadía surge lo siniestro, lo uránico, lo que llega flotando en las aguas de oscuras y cenagosas catacumbas, y lo que parecía improbable hasta que tocara fondo.

Atreverse como expresión de la voluntad es lo que decide la suerte de la historia y los precedentes que se hacen obligación y memoria humana. Assange lo hizo, con premeditación y todo, con sinceridad a toda prueba.

Si se evalúa la intención profundamente sincera de Assange con la realidad expuesta, con su secuela de espionaje prohibido a organismos como Naciones Unidas u otras distorsiones y disfunciones de la diplomacia, él no se desmerece la condición heroica.

No se sabe cómo los tribunales van a conciliar estos conflictos sin salir de ellos en parecidas condiciones que los acusadores del portal Wikileaks.

No se sabe cómo pudieran decidir que uno es delincuente y los demás celosos titanes de la honorabilidad y la honestidad.

Colocados en la balanza de la justicia- que no van a materializar los tribunales, porque no es su misión profética ni humana, ambos actos de transgresión, al unísono, se repelen y se atraen.

Este pudiera ser el juicio de los juicios.

Assange pudo haberse ganado una fortuna enorme convirtiendo esas filtraciones en “best sellers” y decidió otra cosa en honor a una búsqueda honrada de aire fresco ante la turbiedad que se oculta y el maquillaje informativo que desdice y que decora.

Una diosa de la diplomacia de la sonrisa que nunca se ha mostrado tal cual es, como casi nadie lo hace, que de pronto se ve en paños menores, por decirlo con alguna casta elegancia, en plena vía pública, no es una caricia cualquiera al inevitable efecto de la brisa en el rostro del enigma.

Salomón, que cerró un caso difícil de sentimientos encontrados entre dos madres improbables de una sola criatura, probablemente no tendría nada qué hacer ahí, salvo reir o consolarse en su aflicción.

Nadie muestra más valor que quien lo ejerce en la hora oportuna.

El  acto de espionaje que se atribuye a su búsqueda,  recolección, publicación y distribución mundial de datos que atacan al “stableisment” político, bancario u otras estructuras más o menos fijas del estadounidense en algunas de sus más reservadas  intimidades, pudiera no calificar como acto de espionaje.

La publicación en medios de prestigio internacional que se atrevieron a colocar en plena calle el destape impúdico de la diplomacia contemporánea estadounidense merecería la condición de cómplices.

El contenido flamígero de estas revelaciones, que nadie se ha atrevido a situar como falsas o inexactas, ¿es acaso menor en cuanto a violación de preceptos y normas establecidos que el conocimientote ello por vías no convencionales?

¿Quien merece entrar primero a los solemnes recintos de la justicia y sentarse en el banquillo de los acusados el perseguido o sus perseguidores?  

Ahora el mundo se acaba de enterar que hay un tipo de espionaje bueno y otro malo.

Uno es el que autoriza la convencionalidad de los procesos políticos y de alta violación informativa, y el otro es el informal, el que no se debe conocer dada su delicadeza que llama a desdén y a desconfianza.

Uno es una especie de tigueraje y el otro el delito de la fragancia, la etiqueta y el alto cilindraje.

Uno tiene poder enorme, el otro apenas de compra en un supermercado de tercera (aunque se hace candidato, dada la fama mundial, a tener buenos recursos, así sea para una defensa costosa y prolongada).

No es bueno para la perseguida y casi nunca lograda cien por ciento transparencia exigida que alguien filtre los fraudes bancarios, las operaciones dolosas contra millones de personas?

¿No es premiable el valor personal? ¿Entonces todo lo que se decía de los actos heroicos era pura hipocresía, bulto, figureo? ¿Sólo el mundo oficial tiene en sus manos las últimas verdades y las primeras?

El Nacional

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