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Kennedy y Duvalier

Kennedy y Duvalier

Luis Pérez Casanova

Antes del asesinato de John F. Kennedy el 22 de noviembre de 1963 en Dallas, Texas, otros tres gobernantes norteamericanos habían caído en atentados sin generar las especulaciones que todavía persisten sobre el caso del carismático mandatario demócrata.

Se ha aceptado que Abraham Lincoln fue ultimado por un actor frustrado, William Mckinley por un huelguista y James Garfield por un anarquista, pero no que Kennedy pudo ser abatido por un tirador solitario. Y lo cierto es que con tantos frentes que se había abierto las dudas son más que razonables.

Entre las muchas razones que se citan sobre el asesinato de JFK, el entonces dictador haitiano Francois Duvalier tenía la suya. Decía que el gobernante estadounidense fue víctima de una maldición que él había jurado en una ceremonia de vudú. Papa Doc odiaba a Kennedy desde que tras su llegada a la Casa Blanco suspendió la ayuda económica de Estados Unidos por la corrupción y la represión del régimen.

El disgusto motivó, de acuerdo con diplomáticos e historiadores, que cuando Washington inició los contactos para expulsar a Cuba del sistema interamericano por la adhesión al marxismo de Fidel Castro, el dictador haitiano aprovechara la ocasión para negociar su votación.

Inteligente como el que más, Duvalier dijo a una comisión norteamericana que a su país le importaba un carajo que Castro se declarara marxista, que los problemas de su nación eran una carretera y un aeropuerto. Tras el compromiso de Estados Unidos de que las obras serían construidas, el dictador haitiano convocó al pueblo al Palacio para hacer el anuncio y agradecer la “generosidad” de Kennedy y las buenas relaciones con su Gobierno.

Pero el tiempo comenzó a pasar y las construcciones no se iniciaban. Como tampoco recibía explicaciones Papa Doc se sintió engañado. Es entonces cuando vuelve a convocar al pueblo haitiano a una ceremonia de vudú en pleno Palacio, donde después de un ritual convoca a los espíritus y él, encarnado en el barón de Samedi, sumo sacerdote, jura que Kennedy pagaría con su vida en un plazo no mayor de 10 días la afrenta que había infligido a la población de su país.

Mera coincidencia, pero después de la ceremonia Kennedy cayó abatido antes de los 10 días, lo que llevó a Duvalier a proclamar que él había sido el autor del magnicidio y por supuesto a afianzar aún más su control gracias a poderes que comenzó a acumular desde que encabezó una jornada sanitaria contra la tifus y el paludismo en que hacía creer a la población que no eran los medicamentos sino sus poderes los que sanaban.
El caso Duvalier- Kennedy es parte del misterio que ha rodeado el asesinato desde 1963 hasta la fecha.