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La bendición del huracán

La bendición del huracán

José Rafael Sosa

Perdonen, pero no me sumo a las voces que maldicen y condenas a los huracanes.
La presente es una perspectiva distinta de lo que signifique que nos visite un huracán: para la mayor parte de la gente, y no sin cierta razón, el huracán en sí mismo, es una circunstancia que es sinónimo de desgracia, luto, muertes, lesiones, daños a propiedades públicas y privadas, debido a que el concepto está asociado a la ideología del desastre.

Se impone ver a los huracanes, y con ellos a otros fenómenos naturales, lejos de esa visión que culpabiliza a la naturaleza como si ella fuera una entidad consciente, que actúa contra nosotros. Ver los huracanes en la lógica dialéctica, tal y como me enseñó el biólogo Luis Carvajal, implica redescubrir la responsabilidad de las consecuencias del paso de estos eventos.

Provocan graves pérdidas humanas, daños, afectación, damnificados, (nadie lo niega), pero nos resulta claro el hecho de que como isla estamos en la ruta anual de esos fenómenos. ¿Cómo se hacían los indígenas frente a los huracanes? ¿Los maldecían o se adaptaban a su paso, con mucho menos recursos infraestructurales que nosotros ahora?
Las víctimas de los huracanes, no son “muertos del huracán, son consecuencia de la pobreza, de la miseria, de la falta de acciones u conciencia preventiva, de la falta de educación ambiental y de conducta frente a estas expresiones naturales.

Las casuchas que barren las aguas, no son culpa de los huracanes, sino de la incapacidad de planificar correctamente nuestras ciudades, de nuestras debilidades para dotar a cada familia de una vivienda adecuada (a pesar de que se hayan construido más viviendas sociales que antes).

La responsabilidad por la consecuencia del huracán tiene más que ver con injusticia social que con azar del destino.
Lo que no observamos, son los beneficios de regeneración natural que traen los huracanes: llenan los embalses de las presas (que buena falta hacía), regeneran la flora, al sentar las condiciones para que crezcan nuevas plantas y que – tras su paso- comienzan a retoñar las arboledas, a reverdecer la esperanza de la patria.

Es cuando la naturaleza renueva la naturaleza cumpliendo un ciclo de la vida. Renueva las aguas. Refresca el aire mismo.