Opinión

La Cuba que vi

La Cuba que vi

Desde hace una década estuve esperando la oportunidad de conocer a Cuba por dentro, no a través de la propaganda anticubana de Estados Unidos ni tampoco desde la óptica de los procomunistas. Quería ver la realidad de esa isla con mis propios ojos.
En mi estadía de una semana, entendí por qué no hay nada que asuste más a los dictadores que darse cuenta que la gente, la verdadera gente, no los quiere. Los dictadores, en su burbuja, se creen amados, temidos y necesitados.

Una de las principales conclusiones a que he llegado es que Cuba es una isla con miedo. Por eso es difícil saber lo que realmente piensan los cubanos. Tres de cada cuatro cubanos tienen temor de expresar sus opiniones en público.
No es para menos en una isla donde no hay democracia, comida, ni elecciones multipartidistas.

Otro elemento que descubrí es que los cubanos rechazan su actual sistema económico y que un porcentaje muy alto de la población se refiere, cuando lo hace, en forma negativa de quienes dirigen el país.

Al hablar con la gente se nota que el pueblo cubano no tiene grandes aspiraciones, sólo quiere lo mismo que tenemos los latinoamericanos; acceso a la tecnología, oportunidades de empleos, derecho a la alimentación.

El porcentaje de su población que quiere abandonar la isla es muy alto y al decir de algunos, aumenta con el paso del tiempo, ya que aunque poco, hay muchos cubanos conectados a las redes sociales y eso les permite quitarse la venda.

Noté que casi todo el mundo quiere salir de allí, que pasó el romanticismo de la ideología, que muy pocos quieren ser médicos o profesores, ganando salarios de 20 y 30 dólares mensuales, sin alternativa de mejoría bajo el actual esquema.

El “socialismo” perimió en Cuba, las nuevas generaciones quieren otra cosa y no creen ya que el enemigo está en el norte ni que el hambre que pasan es el resultado del fantasma del bloqueo.

La gente sabe que la responsabilidad de sus penurias es el sistema político-económico que desde hace 60 años llevan a cuestas, pero tienen el inconveniente de que viven con el enemigo dentro de sí mismos. ¡El miedo!

El Nacional

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