La palabra cultura, según la Academia Real Española, proviene del latín “cultura” y tiene varias acepciones, pero la que nos interesa en este caso es la que se refiere a la cultura popular, es decir, las manifestaciones en que se expresa la vida tradicional de un pueblo.
Un gran grupo de dominicanos, por su forma de actuar, demuestra que en nuestro país se ha arraigado la cultura del engaño.
¿Será fruto de la herencia que hemos recibido? El 12 de octubre de 1492 españoles al mando de Cristóbal Colón llegaron al continente americano, a la isla Guanahani y posteriormente el 5 de diciembre del mismo año a La Española, a partir de ese momento comenzaron a implantar su cultura en estas tierras.
Ana Serrano López, en su obra La esclavitud en Santo Domingo (2014), establece que “el descubrimiento del Nuevo Mundo estimuló poderosamente la esclavitud y trata de negros. Antes del final del siglo XV se transportaba ya a La Española (la actual Santo Domingo) esclavos negros procedentes de los depósitos de Andalucía». De los españoles, los negros esclavos y de otras etnias tenemos mucho.
Quizás por esta mezcla podamos atribuirle al dominicano lo que denomino la cultura del engaño, y es que en nuestro país engaña desde el más encumbrado político, banquero, profesional de todas las áreas, hasta el más humilde vendutero en las calles.
Son pocos los casos que en República Dominicana solicitamos servicios profesionales o técnicos que no nos sintamos timados, o que tengamos que estar muy pendientes para no dejarnos estafar.
Es justo aclarar en este momento que, aunque opacadas por quienes engañan, son muchas las personas que realizan su ocupación u oficio con honestidad, ante estas me quito el sombrero.
A las que señalo son aquellas personas que se apandillan con otros de la misma calaña para obtener mayores ganancias de las que deberían recibir por un trabajo.
Nos timan los políticos cuando hacen promesas que nunca cumplen, cuando se llevan en las uñas los recursos del Estado, sin inmutarse por las necesidades de salud, educación, seguridad que tienen millones de personas que viven en la más extrema pobreza.
Nos sangran los bancos con los altos intereses que nos cobran, y los buscamos porque no tenemos otros a quienes recurrir. El dinero de ellos es costoso, sin embargo el del ciudadano no vale nada, si usted lo deposita en una de esas entidades no le devuelven nada. A eso nos ha acostumbrado este sistema, sin que nadie nos defienda.
Es momento de que nos sacudamos y exijamos nuestros derechos sin violencia.
Opacados por los que engañan, son muchos los que realizan sus trabajos con honestidad.
Ay de cualquiera de nosotros que caigamos en las manos de algún abogado para resolver una situación que nos afecte. O de un representante del Ministerio Público que se centre el buscar lo de él, casos muchos hemos tenido donde lo que prevalecen son los acuerdos de aposento.
De los profesores que no se preocupan en hacer su trabajo con calidad, de los médicos que hacen prescripciones de medicamentos para favorecer un laboratorio y que sea la mejor medicina para ser favorecido con alguna prebenda.
Ay de que caigamos en las manos de un mecánico de vehículos que se confabula con el que vende las piezas o el que la repara para sacarle más dinero del que cuesta el trabajo.
Ay del vendutero en la calle, que te quiere ganar el dinero y darte la peor mercancía que trata de vender.
Es momento de que nos sacudamos y exijamos nuestros derechos sin violencia, creando conciencia sobre todo cuanto acontece a nuestro alrededor para no dejarnos engañar.
Es hora de que las familias tomen el mando orientando a sus hijos para que sean mejores ciudadanos y hagamos una República Dominicana diferente, porque contando con otros nunca lo lograremos.