POR: Leandro Guzmán
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Si a democracia vamos, la que tenemos es coja porque nació con irregularidades, que al repetirse a lo largo de los últimos cincuenta años amerita que se le ponga un remedio más o menos eficaz. Una de las causas de esa situación, entre otros factores, la constituye el afán de los Presidentes por reelegirse en el cargo una vez que lo obtienen. Sus aduladores, generalmente beneficiarios de cuotas de Poder, son quienes más aúpan la reelección presidencial, que siempre ha sido nefasta en nuestro país.
Es precisamente por eso que hemos planteado la necesidad de una Reforma Constitucional que prohíba definitivamente la reelección del Presidente y demás funcionarios electos, ampliando su período a seis años, en lugar de cuatro. Los Presidentes no tendrán así la excusa de que cuatro años son insuficientes para terminar obras públicas que hayan iniciado y, por lo tanto, deben ser reelegidos.
Esa prohibición acabaría con el derroche de recursos públicos, especialmente en aquellos Ministerios que son manejados por sus incumbentes como si fueran patrimonio propio.
Pero además, en el caso actual, permitiría al Presidente terminar las grandes obras que ha concebido y que tiene en miras, como son por ejemplo las Presas de Monte Grande y de Madrigal y la cuestionada carretera Cibao-Sur. La falta de Monte Grande tiende a perpetuar la miseria en el suroeste, mientras la inexistencia de Madrigal o del río Haina, como quiera llamársele, amenaza con hacer más crítica la falta de agua en una ciudad en permanente crecimiento.
La ampliación del periodo presidencial por dos años más también permitiría que las fuerzas de la oposición, hoy divididas, se organicen para que pueda decirse que hay un equilibrio democrático, no como ahora cuando lo que existe es un Partido en el Poder que cada día tiene mayores poderes, heredados de su líder principal, que pretende volver a la Presidencia porque se cree un caudillo resucitado, sin darse cuenta que en este pueblo dominicano su liderazgo está severamente cuestionado.
En estos momentos me parece que es urgente la creación de un movimiento cívico exclusivamente destinado a lograr que se modifique la Constitución como lo hemos planteado y que sea el pueblo quien democráticamente decida al respecto, no olvidemos que cuando el rebaño se une al león no le queda otro camino que morir de hambre.
Se trata de un movimiento patriótico, que reúna a los mejores hombres y mujeres de este pueblo para que, haciendo uso de sus derechos, afiancen la democracia haciéndola más transparente y firme. Tenemos que luchar por una democracia dinámica, funcional, seria, que se ajuste a los ideales de quienes aportaron sangre y sacrificio para hacerla posible.