Comprender el concepto de la libertad es un ejercicio complejo de abordar hasta para aquellos que hemos hecho del estudio del derecho nuestra profesión, la mayor parte del tiempo ni siquiera estoy seguro de jamás poder comprenderle en su totalidad. La libertad va mucho más allá de la visualización personalista de lo que podamos o no hacer, y necesariamente va a colisionar con aquello que podamos o no tolerar.
La libertad es el derecho fundamental que todas las sociedades modernas reconocieron como inherentes a la naturaleza humana, pero este fue tan sobrecogedor, tan absoluto, que fue el primero de esos derechos inherentes que corrimos a limitar.
Los individuos somos libres de hacer todo lo que deseemos siempre y cuando el ejercicio de esa libertad no afecte de una forma u otra los derechos de los demás. De la anterior frase se desprende la limitación más lógica al derecho de la libertad, reconociendo el derecho de todos los individuos a ser libres por igual y sin privilegios de unos más libres que otros, donde cada quien pueda llevar su vida sin que en su disfrute se afecte de forma negativa al prójimo.
Pero de la idea anterior es que se desprenden los complejos grises que permean a lo largo de todas las ramas del Derecho y donde se libran las batallas tanto en los tribunales, en las academias y hasta en los campos de guerra.
Los resultados de esas batallas han dado forma a las sociedades en constante evolución que conocemos hoy en día. Es difícil imaginar hoy en día que las mujeres, solo por su género, no puedan ejercer libremente el derecho al voto, como seguramente fue muy difícil para nuestra sociedad de hace 100 años imaginar que en nombre de la seguridad los gobiernos tuvieran la capacidad de espiar a todos sus ciudadanos como en la actualidad.
El ejercicio de sus libertades puede ser gratificante para el que lo hace, o insultante para el que les percibe. Hemos creado palabras como “libertinaje” para referirnos a las libertades que no nos gustan aún si estas son permitidas dentro de las normas legales que rigen a nuestras sociedades. La libertad puede ser hermosa o puede ser humillante. Pero aún aquellas cosas que más detestamos de la libertad absoluta como el racismo, la homofobia o los discursos de odio, demuestran la belleza más pura de su esencia.
No es otra cosa sino la libertad lo que nos permite demostrar nuestros lados más humanos, en sus lados más oscuros y en sus lados más brillantes. Y el derecho a la libertad es la base fundamental que protege nuestro derecho a ser humanos.