En el proceso de repatriación que estaba llamado a iniciarse a partir de hoy ha quedado evidenciado que el Gobierno necesita voces tan responsables, moderadas y acreditadas como la del ministro de la Presidencia, Gustavo Montalvo. La unanimidad encontrada por su intervención a la raíz de la denuncia de Haití sobre la incierta repatriación de 21 personas es el mejor testimonio. Pero el Gobierno, para afianzar sus gestiones, también tendrá que evitar incidentes tan suspicaces como el ocurrido el viernes en el aeropuerto Las Américas, a causa del cual el representante de Human Rigths Watch, el chileno José Miguel Vivanco, perdió el avión en que viajaría a Miami.
El primer ministro Evans Paul fue el primero en hablar de las deportaciones, aunque sin aportar, como ameritaba el caso, las pruebas necesarias. En el grupo, según dijo el presidente Michel Martelly en la cumbre del Caricom, había uno que decía ser de Nigeria, dotando de esa manera de un componente racial el Plan Nacional de Regularización de Extranjeros. Sin embargo, el gobernante, desde el papel de víctima, trató de edulcorar la píldora con la solicitud de una solución pacífica al “conflicto” migratorio con República Dominicana.
Pero Montalvo, con un crédito y autoridad moral que se evidencian tan fundamentales en este proceso, no solo negó que se haya deportada a una sola persona, sino que le reclamó retractarse de su denuncia al primer ministro haitiano Evans Paul. (Del lado haitiano todavía no se conoce reacción). Por más reservas que se puedan tener sobre el proceso, la verdad es que de este lado se ha tratado de evitar conflictos y atropellos en la aplicación de la ley migratoria.
Y es así, a pesar de metedura de patas como la retención de Vivanco en el aeropuerto Las Américas, por una supuesta confusión con una persona que tendría el mismo apellido con impedimento de salida del país. Si es el caso, la Dirección de Migración ha debido demostrar que en realidad se trató de error y no, como ha denunciado el representante de Human Rigths, de un abuso de poder con fines intimidatorios. La airada reacción en el Gobierno creada por su informe sobre supuestas desnacionalizaciones de dominicanos de ascendencia haitiana y otras violaciones por lo menos genera por lo menos confusión.
Que el Gobierno haya conseguido una suerte de victoria interna con el respaldo unánime de todos los sectores a la repatriación de haitianos indocumentados a través del programa migratorio no significa que la tenga todas consigo. Hay una comunidad internacional que por cargo de conciencia u otras razones es muy sensible al drama haitiano. Pero con voces como la de Montalvo, en adición a las auspiciosas gestiones del canciller Andrés Navarro, se puede despejar la percepción de que las acciones no tienen un transfondo inquisitorio, sino simplemente poner orden.