Opinión

Las enseñanzas olvidadas de Juan Bosch

Las enseñanzas olvidadas de Juan Bosch

 

“Ante la situación actual, se impone volver al profesor Juan Bosch, mentor político y referente ético y moral de varias generaciones de dominicanos y dominicanas, cuyas enseñanzas y ejemplo son los grandes ausentes en el escenario político nacional. Y no por casualidad, ni porque hayan perdido vigencia.” 

 

Santo Domingo, R.D.- En medio de la situación global que vive la humanidad que pudiera traducirse en la sumatoria de las situaciones particulares de un conglomerado de naciones, donde la inmoralidad y el mal de la corrupción penetra a los gobiernos, partidos políticos y consecuentemente en la tranquilidad que demandan los pueblos, desde las filas de nuestro Movimiento Izquierda Unida se hace necesario propiciar una reflexión individual y colectiva, que permita la reiteración de nuestras posiciones de principios y llamar la atención sobre la pérdida de los valores ´rticos y morales que deben caracterizar a los seres humanos, especialmente a la clase política, representante de los pueblos.

Nuestro país, como parte de las naciones de América Latina, y del continente, no escapa a los escándalos que viene originando tal situación,  mayormente por inconductas de personas que se escudan en entidades partidarias para desde allí ocultar sus travesuras y apetencias personales y grupales.

Estas actitudes están incidiendo negativamente en el sistema de partidos políticos;  y en el marco del proceso electoral venidero las acelera el afán desmedido por acumular riquezas y espacios en el tren del Estado, principalmente, lo que constituye un modo de deslegitimar alianzas políticas en desmedro de la costosa democracia que vive la República Dominicana.

El escenario de la unidad no debemos convertirlo en un detergente de personas u organizaciones curtidas en los anti valores y las inconductas. Son escenarios del pueblo y para el pueblo, que deben ser construidos en base a una plataforma política y un programa de nación, sustentado en posiciones de principios, donde sólo pueden caber las organizaciones comprometidas verdaderamente con esa base de sustentación.

Desde el MIU siempre hemos propugnado por la unidad amplia, diversa y plural,  y la practicamos dentro de posiciones claras, de principio y respeto mutuo con nuestros aliados; desde estas posiciones, hacemos una advertencia responsable acerca de la gravedad del deterioro moral, de la degradación de los principios ideológicos y de la erosión de la trayectoria histórica de importantes partidos, el descrédito de dirigentes políticos hasta con procesos judiciales, que procuran solaparse en las alianzas políticas y que el partido de gobierno, el PLD, que tampoco escapa a estos entuertos, les albergue hasta la eternidad.

Con esta advertencia y el llamado a la reflexión, sólo nos mueve el interés de legitimar nuestras alianzas políticas, las que hemos honrado y seguiremos honrando en la medida en que nos unan posiciones de principios, basadas en la moral. Y, la preocupación

porque el pueblo pueda seguir creyendo y confiando en una clase política y un gobierno que le represente verdaderamente.

No hay ningún motivo justificable que nos pueda hacer callar ante lo que sucede, a plena luz del día y ante los ojos de la sociedad consternada. Los partidos políticos ni las alianzas no son para reciclar las honras dudosas de funcionarios acusados de flagrantes actos de malversación de los caudales públicos; los acompañamientos políticos no son posibles  si no están avalados por principios éticos escrupulosamente compartidos. El momento no admite medias tintas, ni debilidades, sino decisión y acción firmes.

Ante esta delicada situación, que requiere de un profundo proceso nacional  de regeneración y depuración política  de entidades partidistas y gubernamentales, se impone volver al profesor Juan Bosch, mentor político y referente ético y moral de varias generaciones de dominicanos y dominicanas, cuyas enseñanzas y ejemplo son los grandes ausentes en el escenario político nacional. Y no por casualidad, ni porque hayan perdido vigencia, sino todo lo contrario.

A Bosch se le oculta porque se le teme, y ante la majestad de una vida y una obra sin tachas, se apela a la calumnia, a la desinformación y al olvido. Se lo quieren escamotear al pueblo, para que no tenga paradigmas, ni referentes éticos, ni sienta indignación ante la orfandad moral de tantos que se enrumban sin medidas propagando luces en medio de la oscuridad.

Hoy más que nunca se impone refrescarle la memoria a quienes se consideran sus herederos a la vez que su conducta les traiciona y se convierten en sus detractores.

Recordar, por ejemplo, que cuando asumió la presidencia del país, por el voto democrático y libre del 60,2% de los electores, no aceptó ceñirse la banda presidencial, ni placa oficial en el vehículo en que se desplazaba, pagando el impuesto establecido para los particulares, ni permitió que se le llamara de otra forma que no fuese “compañero o ciudadano Presidente”.

Recordar que solo autorizaba gastos del dinero público muy justificados, y que habiendo recibido del Consejo de Estado un presupuesto anual con más de un 30% de déficit, alrededor de RD$ 53 millones, en apenas seis meses de llevar a cabo una política de austeridad, y rebajar los sueldos suntuosos a miles de funcionarios, empezando por él  mismo, logró cerrar el período con un superávit y las finanzas saneadas.

Recordar que no autorizaba la exoneración de impuestos en las importaciones, sino era para maquinarias y equipos que creasen fuentes de trabajo, o que redundasen en beneficio directo de los más pobres. Que denegó todas las exoneraciones para la importación de autos de lujo y ajuares domésticos solicitadas por altos oficiales militares y funcionarios, acostumbrados a tales prácticas, y que no permitió el cobro de comisiones por la compra de equipos militares, entre ellos aviones, lo cual precipitó el golpe en su contra.

Recordar que cuando fue derrocado, la Junta Militar comisionó a un procurador, inspectores y un notario público para hacer un levantamiento de las riquezas que se suponía hallarían en su residencia, y que tuvieron que renunciar a tal propósito, al descubrir que la casa donde moraba el Presidente derrocado con su familia, era prestada, por la familia Brache,  y que los muebles de la misma habían sido adquiridos a crédito, y no habían sido  terminados de pagar.

Recordar que en la Constitución aprobada el 29 de abril de 1963, durante su mandato, y bajo su aliento personal, fue incorporado el artículo 8 que establecía la pena de Degradación Cívica para los funcionarios públicos que resultasen reos del delito de malversación de fondos públicos.

Una semana antes de asumir la Presidencia, en su informe  al pueblo de su gira por el exterior, el profesor Bosch había caracterizado, sin tapujos, lo que sería conocido como “paredón moral para los corruptos”:

Se sabe, porque ya se conoce nuestra propuesta constitucional, que nosotros vamos a establecer la degradación cívica, en acto público, para todo el que en este país le coja un centavo al pueblo. Todavía no se conoce aquí lo que eso significa, pero eso es el paredón moral, eso es gravísimo. Los hijos, los nietos, los biznietos y los tataranietos  de los que sean degradados en acto público y solemne de sus derechos cívicos, en presencia de la multitud, y en presencia del Ejército con las banderas enlutadas, y los tambores enlutados, y las cornetas enlutadas, se sentirán peor que si los hubiesen fusilado por ladrones y asesinos… La democracia no tiene que derramar sangre, la democracia solo tiene que ser justa, defender en todo momento al pueblo y sus derechos, defender las libertades y defender el centavo del pueblo, porque cada centavo es una gota de sudor de un dominicano.

A cincuenta y dos años de haber sido pronunciadas esas palabras por el profesor Juan Bosch,  ellas siguen siendo paradigmas para el ejercicio político de tantos que hoy se olvidan de sus enseñanzas aunque le nombran permanentemente.

Precisamente por eso, tenemos el deber moral, ineludible, de hacerlas ondear ante los ojos del país, como si se tratase de un estandarte de batalla, en este caso, de una guerra y cruzada moral regeneradora, de la que estamos urgidos.

El Nacional

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