Es dificil describir lo que provoca un libro bello, algo asi como si nos encontrararamos en medio de un concierto de violines y cellos, y Whitney Houston resucitara, no la última sino la que cantaba en el coro de su iglesia, antes de que la droga, ese cáncer, se apoderara de su espíritu y se llevara a ella y a su hija.
Pensé en ella cuando escuché un concierto en la Casa Mella Russo de adolescentes de tres escuelas y me sobrecogió el asombro cuando escuché a Grissévelin Vargas, una muchacha de Sosua que nada tiene que envidiar a Whitney Houston. Sólo Patricia Pereyra, de Santiago, causaba ese éxtasis cuando comenzaba a cantar como no cantando, apenas con un susurro y luego asombraba a media humanidad con unos tonos altos que dejaban sin aliento. Y solo Xiomara Fortuna, cuando la conocí recién llegada de Montecristi, tiene los mismos registros. Cuando cantó Alfonsina y el Mar, en Managua, dio una clase de lo que significa ser una intérprete de este Caribe monumental donde nos ha tocado nacer.
Es díficil describir loi que provoca un libro bello, como el que acabo de recibir de la AIRD sobre Montesinos, a los de la Casa Viccini nunca hemos tenido acceso, un logro estético en todos los planos.
Mi madre me enseñó a amar la lectura creando, junto con ella, libros bellos, que no requerían gran cosa: cartón, papel, hilo, granos de todo tipo, arena, piedrecitas, retazos, algodón para las nubes, pintura acrílica. Elegiamos a un poeta que nos gustara a ambas: Juan Ramon Jímenez, y su PLATERO y YO, y ella me desafiaba: como lo ilustrarías tú? Como lo pintarías, cómo te lo imaginas?.
Y ahi comenzaba la clase más elemental y efectiva de literatura infantil, el tan cacareado amor a la lectura de que habla el MINERD y enarbolan los avivatos, es decir, los que quieren hacer negocio con la lectura, en cualquier ámbito.
Sugiero por eso que la culminación de cualquier clase de fomento de la lectura sea un concurso para la creación de libros bellos, con premios para los mejores, para que los padres se involucren, y que se podría empezar co un poema de Salomé: A mi Pedro, por ejemplo; o de Pedro Mir, y desafiar al estudiantado a recrear ese poema.
Y luego hacer una exposición, donde la infancia vea su nombre en la portada y se sienta orgullosa, y feliz, y como enlas nubes.
Y si, para climax de la felicidad, se acompañan esas exposiciones con musica de Mozart, Bach o Vivaldi, que a los niños y niñas también les llena de asombro, entonces el libro abrira sus páginas a la belleza.