De acuerdo a las recientes cifras oficiales, el presente año turístico cerrará con “números azules”, es decir, con un incremento mucho mayor de visitantes que el pasado 2015 confirmando lo que ha sido una constante desde la llegada al Ministerio de Francisco Javier García a mediados de agosto del 2008.
Indudablemente la industria turística dominicana prosigue hacia arriba buscando la meta de los diez millones de turistas que al inicio de su primer mandato planteó en su programa de gobierno el presidente Danilo Medina, y que si las cosas siguen el actual curso de seguro se alcanzará antes de lo previsto.
Mantenemos el cetro como líderes del sector en la paradisiaca y cada vez más competitiva región del Caribe. Es hoy el turismo la “gallina de los huevos de oro” siendo el principal generador de divisas colocado por primera vez al frente de la inversión extranjera en la República Dominicana.
Sectores que tradicionalmente encabezaban ese renglón como las telecomunicaciones, minería y zonas francas el pasado año quedaron por debajo de la llamada industria sin chimeneas superados en un 49 por ciento.
Aun con estos logros, que en el olimpismo son medalla de oro, a nuestro turismo le falta algo. Los grandes consorcios privados que se lucran y lo administran en los principales polos deben saber que les llegó el momento de pagar su deuda social con las comunidades pobres circundantes de sus majestuosas edificaciones. Cierto que aportan en la creación de miles de empleos y alguna que otra obra de interés social, pero se espera más. Sus vecinos no pueden seguir oliendo donde guisan, el derrame de la bonanza debe alcanzarlos.
Puerto Plata por fin es un destino floreciente, distante del alicaído que se encontró en 2008, pero es preciso que los hoteleros paguen una energía mas justa y no se vean como algunos, forzados a abandonar. El reconocimiento al turismo no debe limitarse a bendecir las buenas cifras del Banco Central y los organismos internacionales, debe expresarse en un presupuesto acorde con sus necesidades.