Los XXIV Juegos Centroamericanos y del Caribe, recién realizados en San Salvador, han sacado a relucir una vieja pifia de la crónica deportiva. Ocurre al citar las medallas ganadas por un país o equipo y aparecen títulos como los siguientes: “Ayer se consiguieron 3 plata y 3 bronce”; “Tenis dio ayer dos oro y una plata”, “RD eleva a 74, incluido 12 oro, su cosecha de medallas”.
Los competidores reciben medallas que simbolizan oro, plata y bronce, pero cuando se sustituye la palabra medalla por el uso del metal de que se trate, éste funciona, no como la materia de la que está hecha la presea, sino que gramaticalmente se torna en la cosa recibida.
Así que, en vez de “3 medallas de plata y 3 de bronce”, escribiremos “consiguieron 3 platas y 3 bronces”. Igual: “Tenis dio ayer dos oros y una plata”, y lo mismo para los “12 oros incluidos”.
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Los juegos olímpicos han sido responsables importantes en la pluralización de los nombres de los metales. Me refiero a las medallas que entregan a los competidores: oro, plata y bronce. Podemos decir, por ejemplo, que nuestro país obtuvo 25 oros, 36 platas y 50 bronces.
De ese modo se aplica la concepción lingüística según la cual la práctica de los hablantes determina la norma, y es lógico que de ahí parten los académicos para registrar en los códigos de nuestra lengua (Diccionario, Gramática, Ortografía) determinadas pautas, ya sean gráficas o fónicas, para un uso uniforme del idioma en pro de un mayor alcance en la comunicación que es, sin duda, el objetivo de todo hecho de lengua.
El pasado año, a propósito de una tormenta tropical, me llamó la atención que los periodistas que cubrían desde pueblos y barrios reportaban que “los vientos volaron los /zines/ a muchas viviendas”.
Albergaba la presunción de que esta palabra no era computable, sino que se habrían de contar unidades hechas de este metal: planchas de zinc; Volaron las hojas de zinc; Las autoridades donaron decenas de planchas de zinc. Pero debo admitir que mi apreciación era equivocada.
El zinc, también se escribe cinc, es un elemento químico metálico que tiene distintos usos industriales, entre ellos la fabricación de láminas que se emplean para techar viviendas, a las que mayormente llamamos planchas de zinc.
Tenemos en español una norma según la cual las palabras terminadas en consonante hacen su plural agregando la terminación -es: pan, panes; árbol, árboles; amor, amores; club, clubes.
Resulta que zinc o cinc no entra en ese grupo, sino que se pluraliza solo con agregar -s: zincs, cincs. Forman su plural en -s todos los vocablos que terminan en las siguientes consonantes: b, c, f, g, k, m, p, t. Así lo indica el Libro de estilo de la lengua española, publicación de la Asociación de Academias de la Lengua Española (Espasa, Madrid, 2018, página 26).
En algo estuvieron acordes con la Academia, los reporteros que pluralizaron el zinc, no a partir del número de las hojas o planchas que fueron despegadas, sino mediante la lexicalización del nombre del metal. Ellos articularon “zines” (fonéticamente sines) con la actitud evidente de formar el plural basado en la sustancia de la que están hechos los objetos que se colocan en el techo, los cuales se contabilizaron como si cada uno fuera un zinc y no una pieza fabricada del referido elemento.
Parece lógico que los nombres de los metales no se pluralicen, pues estos en sí no son objetos, sino sustancias de las que se confeccionan objetos, pero el uso ha determinado una regla que cuenta con respaldo académico. Igual pasa con los metales en las preseas olímpicas. De ahí que de las casas humildes vuelen los zincs y que los atletas ganen oros, platas y bronces.