El Partido Revolucionario Moderno tiene que ser, primero, “partido”, concebido para alcanzar el poder dentro de un marco jurídico constitucional que garantice los derechos políticos y civiles de todos (hombres y mujeres), entre ellos el de “elegir y ser elegidos”, para alcanzar el poder y hacer los cambios que demanda la sociedad.
Segundo, “Revolucionario”, es decir, transformador, dinámico, emprendedor, dispuesto a modificar parcial o radicalmente los estamentos de poder de un país. Desde los tiempos de Aristóteles, ese es el concepto de revolución.
Y tercero, “Moderno”, sinónimo de actual, de marchar con los tiempos, aceptar los avances que se producen cotidianamente en el mundo de las ciencias sociales y naturales, sin prejuicios raciales ni de ninguna otra índole, plural, democrático.
El PRM, con todas esas características, es una organización concebida no solo para el presente, sino para el futuro de una sociedad cada vez más degradada ética y moralmente, que marcha sin rumbo, perdida en el horizonte como un velero sin velas arrastrado por el viento.
El PRM es fruto de una división en el Partido Revolucionario Dominicano (PRD), del abandono de sus principios, secuestro de la libertad interna, mercantilismo, transfuguismo, olvido del socialismo democrático y la traición de su presidente Miguel Vargas.
El PRM sale de un partido viejo, agotado, sin respeto por sus normas y mandatos, sin principios éticos ni morales, sin disciplina, anárquico, donde cada quién hacia lo que le daba la gana porque no había un régimen de consecuencias.
Esos vicios no pueden anidarse ni tomar cuerpo en el nuevo partido si de veras quiere convertirse en una fuerza política poderosa capaz de aceptar los retos que le imponen estos tiempos duros y difíciles que amenazan el conglomerado social.
El PRM no puede ser igual que el PRD, con todos sus vicios y defectos, pues entonces no tenía sentido abandonar esa vieja organización con su larga historia de 76 años.
Ser distinto requiere de acciones distintas, de disciplina, organización, de un método de dirección y de trabajo, de un liderazgo capaz y formado culturalmente porque el analfabetismo político ni la mediocridad pueden conducir al éxito de ningún partido en estos modernos que han convertido el mundo en una aldea interconectada que avanza vertiginosamente.
En el PRM hay que hacer las cosas bien o mejor no hacerlas. Un buen ejemplo es la Convención para elegir al candidato presidencial. Siento –me perdonan- que la están organizando muy rápido sin la debida coordinación ni los recursos.