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Lupo Hernández Rueda: idea del tiempo circular

Lupo Hernández Rueda: idea del tiempo circular

Por: Eugenio Camacho
silverio.cultura@gmail.com

En su Antología mayor de la literatura dominicana del siglo XX, Manuel Rueda apunta que en Circulo el Poeta Lupo Hernández Rueda “está situado frente al tiempo, canta como si celebrara el misterio de la creación¨.

Es un poema abierto al designio espiritual de las ideas filosóficas y metafísicas que adornaron la poesía de los años cuarenta.

A partir del poema el lector puede rastrear el perfil de un autor con una presencia significativa para la poesía dominicana de la segunda mitad del siglo XX.

Desde el inicio, el poema cumple un ciclo cronológico de acontecimientos que involucran la apertura hacia una ilimitada noción de la realidad. Lupo somete así la idea geométrica de la imagen “circulo” y la compara con la condición espacial y galáctica del universo.

Sin duda que la idea del poeta seduce porque se sustenta en una diversidad de planos temporales, los cuales se bifurcan en la voz del personaje que narra, proyecto este que hace más verídica la ficción poética.

A través del yo poético el autor equipara muy bien la vieja idea del tiempo con el “círculo” y sostiene que la esencia misma del ser humano como vida es también una cuestión circular.

“Circulo” es la sucesión de vidas que se superponen, que retornan a su origen y asumen una actitud dialógica y cósmica.

Como la poesía nos habla en función de las expectativas espirituales del hombre, están presentes en el poema el mito del eterno retorno, la personificación de la muerte, la eternidad, la esperanza. Es así como queda reflejada la depresión de un alma atormentada ante la angustia de la muerte y los avatares de la existencia humana.

El poeta personifica la muerte a través de un diálogo consigo mismo. En su versión imaginaria el poeta piensa: El hombre que soy es el hombre espíritu, no materia que se desvanece en los desvelos personales.

Gracias a la concepción del poeta, el hombre es movimiento perpetuo. También lo divino es perpetuo y cambia con las horas, con la vida y las circunstancias. En cada escenario del universo hay pues un tiempo distinto que es el tiempo de la memoria y el tiempo de Dios también es mítico.

¿Quién es Dios sino el hombre mismo a través del tiempo?
Cuando el poeta dice: “levanto mi casa sobre los recuerdos del pasado” no hace más que evocar un tiempo circular cuyos hechos han sido la esencia de la vida. Con los recuerdos del pasado mentalmente el poeta edifica su mundo corporal y espiritual en consonancia con la época que le tocó vivir.

La sucesión de hechos personales historiables son los que, al fin, dan cuenta del hombre, por eso la historicidad cíclica es un elemento vital.

Como retornamos al pasado y volvemos al presente renovamos constantemente las coordenadas de la conciencia cuyas referencias reparan en nosotros los signos vitales que nos permiten seguir el camino hacia el futuro promisorio que imaginamos tener.

En su famoso ensayo El tiempo circular, Borges expone la siguiente premisa: “Si los períodos planetarios son cíclicos también la historia universal lo será, al cabo de cada año platónico renacerán los mismos individuos y cumplirán los mismos destinos”. Por lo tanto, nada habrá en la vida del hombre que no se repita, que no regrese a su origen, que no vuelva a su ciclo vital.

Visto desde otra perspectiva el “circulo” es ritmo y sentido, sucesión de tiempos superpuestos que retornan a sí mismos. Por cuya razón la vida es igual que el viejo postulado geométrico “cada punto de la circunferencia debe ser equidistante del eje que originó el trazado”.

De viejo volverás a ser niño y desde niño recorrerás un tramo largo para llegar a la vejez. ¿Qué podemos encontrar después de la muerte? La nada, puede ser, el vacío. Un pensamiento frío, o una distancia temporal muy parecida a la eternidad.
El autor es escritor.

El Nacional

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