El rol del periodista es informar, denunciar, inquirir con insistencia ante ciertos desaciertos político-sociales, y si se quiere, orientar. Pero jamás debe asumir el papel de autoridad. Por ejemplo, no puede convertirse en una agente del estamento de Migración.
Luego de la marcha de la Antigua Orden Dominicana en Friusa, en el Show del Mediodía, hubo una intervención que nos dejó lelos.
Desde ese programa se le ordenó a un reportero que le pidiera, cuasi de modo compulsivo, el documento de identidad a un transeúnte que se encontraba en el lugar que fue escenario de la precitada manifestación.
Se oyó claramente cuando, desde el estudio de la planta televisora, le vociferaban que demandara del hombre de tez oscura (posiblemente un haitiano con papeles en orden), que mostrara sus documentos legalizados.
El individuo, que si mal no recordamos estaba asido al timón de una bicicleta, procedió a mostrar una cédula de identidad, que mostraba el apellido López.
Ningún periodista, comunicador, comentarista o como quiera llamársele, tiene licencia para exigir documentos legales a ningún inmigrante y, de hacerlo, tiene que ser con mucha prudencia.
Al principio el señor lució tímido, pero finalmente dijo que se llevaba bien con los dominicanos. Esto, lógicamente, para demostrar que no odia a los dominicanos.
Siempre hemos creído que cuando el periodista ejerce su tarea como redactor o reportero de cualquier medio, por la práctica y la faena con entrevistados y quienes lo dirigen, sí sabe cuáles son las normas éticas que debe cumplir.
Es difícil que un periodista en esa tarea, que son los legítimos profesionales en estos menesteres, incurra en esa absurdidad que sobrepasa las normas deontológicas.