Reflexión sobre el liderazgo
Hipólito Mejía, sin duda el Presidente más atípico de la historia política contemporánea del país, no debía tener el problema que ahora tiene con la aspiración desesperada, fuera de tiempo y necia, por demás, del licenciado Luis Abinader.
En política es muy cierto que no se renuncia a los espacios; pero, es tan o más grave arriesgar el liderazgo. Sobretodo cuando por ser bonachón y condescendiente no se piensa en la eventualidad de estar criando cuervos que podrían tener, además de garras y pico; garfios y tridentes. No sé ni alcanzo a suponer siquiera, por qué el ingeniero Mejía no repitió en los comicios de 2012 la candidatura vicepresidencial de doña Milagros Ortiz Bosch, habida cuenta que la de Fello Suberbí fue un desastre, ¡como tenía que ser! Es preciso recordar que, además de tener que asumir el compromiso de cargar con el pesado y azaroso proyecto reeleccionista, Fello solo era un dirigente con ascendencia en el Distrito Nacional, no obstante sus raíces centro sureñas.
Pero eso no es todo. A lo antes escrito, hay que agregar que todos los envueltos en el fracasado intento continuista, no fueron menos que unos borregos a los que llevó al derrocadero Vicente Sánchez Baret azuzado por la envidia y el odio que acunó para siempre contra el licenciado Hatuey De Camps Jimenez.
Sin embargo, se me ocurre que no hay manera de justificar la preeminencia que le dio Hipólito a una persona sin historia dentro del perredismo de entonces, a “un advenedizo de tomo y lomo”. Es como para uno quedar turulato; y, ahora, después de la traición alegada, rumiar amargamente las consecuencias.