Opinión

Muerte a sangre fría

Muerte a sangre fría

Dos sujetos llegan sorpresivamente a la residencia de un hombre que estaba sentado refrescándose en la galería de su residencia, en el sector Los Mina. Rápidamente lo derriban, lo golpean, lo despojan de un revólver y huyen en distintas direcciones. La víctima entra a la casa, toma un fusil y sale en persecución de al menos uno de los asaltantes. En un vídeo que se difundió por las redes sociales se ve al asaltado cuando apunta con su arma, pero nada más. Lo que ocurrió después: la ejecución a sangre fría de uno de los perseguidos ha sido la discusión que traduce el sentir de la población frente a la inseguridad ciudadana y la criminalidad.

En principio se reveló que el asaltante fue abatido de un disparo cuando trataba de escapar. Pero luego se estableció, al menos según el expediente instrumentado por la fiscalía de la provincia Santo Domingo, que fue ejecutado cuando se encontraba boca abajo después de ser capturado y desarmado por dos agentes de la Policía que estaban por el lugar. ¿Sabían los asaltantes que ese hombre a quien despojaron de un revólver era el general retirado del Ejército, José del Carmen Ramírez Guerrero, apodado, no se sabe por cuál proeza, “El Ranger”. Tal vez si, tal vez no. Lo que no sabían, o quizás no les interesaba saber, era que el sujeto tenía un fusil en su residencia, porque a lo mejor lo único que les importaba en ese momento era el revólver.

Para algunos, El Ranger es un héroe, digno de un reconocimiento, porque sacó de las calles a un asaltante. Muchos de lo que piensan así ocultan impotencia porque han sido víctimas de atracos que no se han aclarado o la inseguridad los tiene a ellos o el sector donde residen en zozobra. Esa frustración motiva la crispación que los hace aplaudir un crimen tan salvaje, a sangre fría, sin importarles para nada ni siquiera el derecho a la vida. Porque también la gente –sin que nadie se llame a engaño- no tiene confianza en la Justicia, ni en la Policía ni en nada. Y, por tanto, ha crecido una gran franja de personas que solo creen en sus propias leyes.

Entre las muchas hipótesis cabe preguntar si El Ranger sabía a quién ejecutaba. De la víctima es poco lo que se ha sabido, como no sea que estaba casado y que había procreado una niña de tres años. Lo que sí está claro, y a todas luces, es que el antiguo oficial, de quien tampoco se conoce su trayectoria en los institutos armados, no actuó en defensa propia. El asaltante podría ser un azote, pero no por ello estuvo ni bien muerto ni mal matado. La reacción que ha seguido sobre un crimen a sangre fría es para auscultar el latir de una sociedad que convierte en un acto de heroicidad un crimen cometido con tanta saña, aunque la víctima representara un peligro para la seguridad ciudadana.

El Nacional

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