Son lo suficientemente deplorables como para no llamar la atención las muertes de un haitiano por una patrulla del Ejército y el de un cubano por un raso de la Marina que disparó a un grupo que abordaba una yola con destino a Puerto Rico.
En ninguno de los casos había que disparar a matar, pues las infracciones que se atribuyen al haitiano Clrerius Filemón, de 33 años, y al cubano Giovanni Leoncio García no ponían en peligro la vida de los agentes.
Las versiones indican que Filemón recibió un disparo en la cabeza cuando miembros del Ejército abrieron fuego contra un presunto traficante de ilegales. Durante el suceso, ocurrido en Guayubín, Montecristi, otro haitiano resultó herido y varios fueron detenidos. Aunque se dijo que el autor está detenido, el caso es grave.
Igual que el suceso en que agentes de la Marina mataron al cubano al interceptar una embarcación en que viajaban otros cuatro compatriotas de la víctima y dos dominicanos en una playa de la comunidad de Palmilla, La Romana. En ambos casos los agentes parece que se excedieron.