Opinión

Navidad y tiempos idos

Navidad y tiempos idos

Se ha dicho que una mentira repetida termina convirtiéndose en verdad. Parece que Goebels, ministro de propaganda de Adolfo Hitler, hacía suyo este sofisma, pero no fue el primero ni será el último en difundir esta argumentación especiosa. Jorge Manrique, escritor y guerrero del siglo XV, incurrió en un error parecido: “Recuerde el alma dormida, avive el seso y despierte, contemplando cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte, tan callando, cómo el placer después de acordado da dolor, cómo a nuestro parecer cualquier tiempo pasado fue mejor”.

Puras falsedades las del nazialemán y las del poeta español: ni una mentira, por más que se repita, se convierte jamás en verdad, ni es cierto que cualquier tiempo pasado fue mejor. El afán humano de engañarse a sí mismo se inclina con frecuencia a magnificar sucesos y vivencias del ayer, tal vez para justificar un presente adverso cargado de privaciones y conmovedoras realidades.

Las fiestas navideñas son magníficas para idealizar tiempos idos, tanto los de alegre como de triste recordación, pero ¿son mejores o peores estas Navidades? Exceptuando los saltos prodigiosos que la humanidad ha dado en todos los órdenes, pienso que las de hoy son similares a la de años anteriores, con sus reiteradas escenas de pobres que nada tienen y de ricos que lo tienen todo.

Para unos y para otros cualquier tiempo pasado pudo haber sido mejor o peor, y se comprende que sea así, porque la vida no es horizontal para nadie. El discurrir de la vida apareja permanentes transformaciones, salvo en la crudeza de las desigualdades sociales y económicas, que han existido y existirán por siempre.

Nacemos con el marbete que el azar estampa sobre cada uno de nosotros, pobres criaturas sujetas a los vaivenes de un destino caprichoso. Nuestra propia naturaleza humana se opone a que todos seamos iguales, y esa disparidad es la que influye en las alegrías o tristezas que observamos en los hogares de quienes esperan con ánimo encendido o apagado el advenimiento del Niño de Belén, nacido para predicar amor en una sociedad egoísta que todavía no ha aprendido a querer al prójimo como a sí mismo.

El Nacional

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