El general Omar Torrijos Herrera, que lideró el último tramo heroico de la luego disuelta Guardia Nacional de Panamá y “hombre fuerte” de la república istmeña, resulta recordado y admirado por extraños, mientras sus paisanos es evidente que lo sepultan en la furnia abisal del olvido.
En el historial latinoamericano los dictadores en su mayoría, son reiterativos en violación de los derechos elementales de sus paisanos protagonizan u ordenan crímenes horribles y forjan grandes fortunas por el peculado grosero, apropiándose por la fuerza de bienes ajenos.
Idéntico a otros casos, hay excepciones para que las reglas se confirmen, y son los del general Juan Domingo Perón en Argentina, que organizó una estructura social orientado por su esposa Eva Duarte, desarraigando de la miseria a millones de sus conciudadanos, y desde entonces, el Partido Justicialista logra el mayor puntaje en los certámenes electorales.
El otro es el del general Torrijos, que nació en Santiago de Veraguas el 13 de febrero de 1929 de una familia con once hermanos más, y falleció el 31 de julio de 1981 en un intrigante accidente aéreo en Coclesito, provincia de Penonomé, que apunta a las claras que resultó un sabotaje por un mecanismo de relojería que estalló la avioneta pereciendo sus pasajeros.
Desde un principio se interpretó como un ajuste de cuentas del imperio por la osadía del general Torrijos lograr la nacionalización del canal de Panamá, mediante el acuerdo firmado por él con el presidente Jimmy Carter el 7 de septiembre de 1977, que reintegró al fuero panameño la vía acuática que conecta a los dos océanos más grandes del planeta Tierra. Pacífico y Atlántico.
El inicio del ese siniestro lo consigna el laureado novelista británico Gram. Greene, gran básiga del general Torrijos, en su obra Descubriendo al general, Plaza & Janés Editores, S. A. 1985, en la página 32, cuando traduce en palabra de Torrijos:
“Si los estudiantes irrumpen de nuevo en la Zona (del canal) sólo tengo dos alternativas. Aniquilarlos o dirigirlos. Jamás los aniquilaré”, para culminar pronunciando lo que impresentidamente fue su sentencia de muerte y su ingreso a la historia panameña y mundial;
“No me interesa entrar en la Historia, Lo que quiero es entrar en la Zona del Canal”
Añade el novelista inglés; “Y en efecto, aún cuando las condiciones no fueran tan satisfactorias como había esperado y es posible que pagara con su vida por ese éxito”
“El sueño de Torrijos como habría de averiguar en los años que siguieron, era una Centroamérica socialdemócrata que, sin implicar una amenaza para Estados Unidos, fuera totalmente independiente. No obstante, cuando más se acercaba a ese objetivo, más estaba tambíén de la muerte”
En el paréntesis entre el delirio onírico y la realidad, el general Torrijos, hombre que como militar conocía el terreno que pisaba, no desapercibió esa posibilidad como una corazonada letal, y la referencia y el gran aval consistió en su valor ante el peligro inminente que se cernía a su osadía, y esa es su gran referencia y legado, que a sabiendas que era su fin, se la jugó, perdiendo la vida y ganando el cortejo de Clío.
Ningún hombre de armas latinoamericano del siglo XX fue tan audaz y obtuvo un legado de la trascendencia del general Torrijos para su patria, y sus parámetros de testosteronas es menester acudir a los veneros cristalinos de los Padres Fundadores militares, como Simón Bolívar, José de San Martín, Antonio José de Sucre, Bernardo O Higgins y George Washington en el siglo XIX.
El legado del general Torrijos no se limitó a la hazaña de recuperar la vía acuática para Panamá, sino en la obra social que diseñó para rescatar de la ignorancia y la indefensión a miles de sus conciudadanos, creando los Corregimientos, que eran núcleos de asistencia social a los preteridos, estrategia susurrada por José Francisco Peña Gómez, que fue el gestor del nombre de Partido Revolucionaro Democrático que fundó el general Torrijos.
Relacionado con la aguda sospecha inicial de una planificación de la tenebrosa CIA en el siniestro de la avioneta que transportaba al general Torrijos, Graham Greene precisa, páginas 220-2l;
“Así, he empezado a preguntarme si los rumores que circulan por Panamá sobre una bomba oculta en un magnetófono transportado, sin saberlo, por un policía de seguridad en el avión de Omar Torrijos, habrían de ser totalmente descartados”, concluyendo; “No puedo por lo menos de recordar la linterna Ever Ready explosiva y la cesta de merienda de Walt Disney que vivera en Managua. El avión era de fabricación canadiense y técnicos de esa misma nacionalidad examinaron los restos.
Me gustaría mucho mejor leer su informe. Se me ha dicho que no encontraron indicio alguno que existieran problemas técnicos, lo que nos deja ante dos alternativas: un error del piloto o una bomba”.
Graham Greene visitó seis veces Panamá entrevistándose con el general Torrijos, en una evidente demostración de empatía del notable novelista con el Hombre Fuerte, que además escribió Los Comediantes, El Poder y la Gloria, El fin de la aventura, El tercer hombre, Nuestro hombre en La Habana, El tren de Estambul, El espía, un total de 35 obras, a quien siempre se vinculó al M-l6, organismo básico de espionaje del Reino Unido. (Michael Shelden, The Daily Telegraph, el 9 de julio de 1994. reproducido por El Nacional de esa fecha).
Graham Greene falleció de leucemia en Vevey. Suiza, el 3 de abril de 1991 a los 86 años de edad, propicia para todos irse sin despedirse.
Cuando se produjo el accidente aéreo que costó la vida al general Torrijos, que fue el precio que pagó por su hazaña, Ronald Reagan, que armó a los Contra para eliminar al sandinismo en Nicaragua, era el presidente del mundo.
El presidente Bush liquidó la Guardia Nacional y apresó al general Manuel Antonio Noriega, a quien se señaló desde un principio, como la persona que ordenó colocar el mecanismo de relojería en la avioneta en que el general Torrijos perdió la vida y ganó la posteridad, que sus paisanos no han honrado ni ponderado en su justa dimensión.