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¿Orgullosos de qué?

¿Orgullosos de qué?

Fernando De León

Orgullosos de ser dominicanos, que es un simple gentilicio, debería ser un sentimiento de los que con todo tipo de chanchullos y estelas de corrupción viven a sus anchas; los que siempre eluden el peso del mallete justiciero.

Orgullosos de ser dominicanos, deben ser los connacionales que no tienen la necesidad de partir a tierras extrañas, porque con sus corruptelas, esguinces y trapisondas, se han burlado de la población dominicana.

El orgullo entraña satisfacción; satisfechos y orgullosos deberían estar los políticos narcisistas que, con artimañas, han logrado violar normativas político-partidarias. Los que, con el apoyo de las Altas Cortes y un tinglado de corruptos, todavía aspiran a ser presidentes de los dominicanos.

Recientemente, el presidente Luis Abinader dijo en Nueva York que los residentes en esta urbe debemos sentirnos “orgullosos de ser dominicanos”. Pero, no entendemos cómo se puede residir forzosamente lejos del terruño, por las inequidades del sistema, y sentirnos regocijados.

Si tenemos que enviar remesas para sostener a los nuestros desde latitudes lejanas, ello no es motivo de orgullo. Nos vemos compelidos a ello porque por las desigualdades, prácticamente, fuimos expulsados de nuestro territorio. Es decir que, de algún modo, somos diáspora como insisten en llamarnos, despectivamente.

Cuando el presidente Luis Abinader habla de orgullo dominicano, se refiere a que debemos sentirnos complacidos y conformes con las políticas públicas, y del orden de cosas que imponen nuestros gobernantes y actores políticos. ¿O se refiere a un sacrificio por el que nunca debimos atravesar, y que el Estado nunca compensa?.

Estar orgullosos de ciertas aristas de nuestra cultura, costumbres y hábitos paradigmáticos es una cosa, otra es fanatizarnos; defender y estar de acuerdo con iniciativas políticas y acontecimientos deplorables que lesionan al pueblo dominicano.

En verdad, estamos orgullosos de nuestros atletas, de los beisbolistas; de la actuación de las Reinas del Caribe; ciertos aires bailables y musicales de nuestro folclor. Por la gente buena y vertical que nunca ha claudicado en sus prístinos ideales; pero nunca por nuestro sistema político y la hipocresía de nuestro tejido social.

Por: Fernando De León
fernando26.deleon@yahoo.com>

El Nacional

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