Julian Assange, el jefe de WikiLeaks, definitivamente, debe ser condenado por el horrible delito de develar en unas páginas de Internet lo que sucede en Irak desde la ya mítica invasión de Estados Unidos que sigue una guerra inmaculada y santa -si se descarta lo del petróleo-, contra el terrorismo en Irak.
Pendiente de resolver la legalidad misma de la invasión, lo de las torturas, las masacres, las carnicerías, ya se sabía así que ¿para qué seguir batiendo las pesadas alas de ese pantano?
No se olvide que las primeras víctimas de una guerra son la ética y a continuación caen la verdad, la libertad, el derecho a informar con veracidad, que se recuerdan persistentemente cuando no hay conflictos de importancia.
No es casual que lo primero a imponer en toda guerra es la censura no para no horrorizar sino para que el horror no se descubra en toda su injustificable magnitud.
Esas son ganas de fastidiar que tiene el misterioso Assange, como mucha otra gente que no comprende o no quiere comprender nada y menos en lo que concierne a importantes temas militares.
Lo que pasó, pasó, ¿qué tanta majadería es que se traen con esto de las denuncias sobre violencia irracional y malévola?
La muerte no le duele, nunca le ha dolido a nadie que la haya experimentado.
¿Para qué perder el tiempo con cuestiones sin importancia como la vida de civiles iraquíes anónimos que ya, por cierto, tan muertos como están, no pueden decir nada que valga la pena?
Y es que al fin de cuentas, ya no se les puede entrevistar entre otras razones poderosas porque están fuera del mundo o han sido seriamente mutilados a puros bombazos desde el aire y ya no podrán explicar cual es la culpa que tienen que pagar al respecto.
¿Acaso sería el poseer algo tan sucio y contaminador como el petróleo?
Nunca se debe descartar ningún factor de confusión y cualquiera es de suma importancia.
Cuanto mal gusto y excesiva curiosidad innecesaria tiene la gente últimamente!
Constituye un gran abuso y una intolerable intromisión que se dé a conocer de manera cruda y todavía en caliente estos hechos extremadamente violentos (lo mejor sería esperar para verlos y leerlos apaciblemente y al calor del hogar décadas después, cuando ya sea una fría materia de historia en escuelas y universidades).
Los apenas 63 mil muertos, muchos de ellos, 15 mil más de lo que se dijo anteriormente de manera oficial, que produjo la gloriosa intervención por la libertad que guiara el gran George Walker Bush en haras de resolver los problemas de dictadura que tenía con Sadam Hussein el país árabe, no tienen que ser objeto de tanto escarceo ni tanto desparpajo escandaloso.
No hay que andar fastidiando tanto por tan poca cosa.
¿Es que no se quiere ver que si se hubieran lanzado bombas nucleares sobre esa nación ya nadie tuviera que contar nada provechoso o miserable de acciones bélicas, torturas o minucias como esas?
Siempre hay que considerar las razones humanitarias que se invocan para disminuir la efectividad de estas contiendas y que después no se diga que no hubo consideraciones y que se violaron principios fundamentales de la guerra o los acuerdos de Ginebra, que siempre traen a flote para estrujarla sobre el ejército cuando hay una de estas campañas salvadoras.
Además, los norteamericanos que se encuentran dolidos tras recibir los cadáveres de sus soldados envueltos en una estupenda bandera estadounidense, se pueden traumatizar con estas bochornosas revelaciones.
Siempre se aparece alguien no se sabe si picado por la envidia, que viene de aguafiestas a dañar las celebraciones.
Hay que tener cuidado con estas delicadas sensibilidades a la hora de producir esos videos, fotografías, testimonios monstruosos. Definitivamente, Assange es delincuente aunque no de los comunes. Es de lo que se las juega nada menos que con el todopoderoso Pentágono, que ya quisiera verlo enrejado a perpetuidad por atrevido.
Sobre todo después de que, afortunadamente, hay aprobada una ley, impulsada por Bush y su grupo, que protege e inmuniza de cualquier enjuiciamiento a todo soldado que sea usado para invasiones u otros eventos entretenidos y deportivos por el estilo.
No importa si hubo una que otra masacre de por medio, la ley va y hay que darle aplicación al pie de la letra, dentro y fuera de Estados Unidos, pues para eso se han formulado acuerdos con gobiernos amigos, algunos de los cuales necesitan desesperadamente ayuda económica y con mucho gusto se las hemos facilitado.
Asimismo, hay que tomar en cuenta la seguridad de los contratistas, siempre estadounidense, europeos y sobre todo, ingleses, que los terroristas intentan con sus sabotajes impedir que se ganen algunos millones de euros y de dólares extras en la reconstrucción posterior de lo devastado.
El tema de la vida estos civiles que murieron ya fue tratado también por la opinión pública estadounidense.
Pero además, ¿qué buscaban estos, familias aterradas sobre todo, sin armas, corriendo gran peligro, en medio de una guerra a partir de la que, desgraciadamente, ya no se les puede devolver la vida en caso de haberla perdido.
Habrá entonces que orar por su alma mientras se repone lo dañado y se analiza la efectividad de las armas nuevas empleadas.
Armas como las magníficas bombas de racimo que no discriminan en civiles ni uniformados a la hora de caer y repartirse raudas en las ciudades.
Eso es lo bueno de la no discriminación.
Previsores como es lo debido a los grandes legisladores del Congreso, a los soldados se les da primero que nada en el ejército, un baño psicológico.
De ese modo podrán soportar los combates lo más que puedan.
Después vendrá otro masaje entonces ideológico en el que queda claro que su trabajo será por la libertad del pueblo estadounidense ante serias amenazas.
De modo que si quedan lisiados, como suele suceder en muchos casos, ya se les reservará una silla de ruedas de última generación y un buen sueldo de retiro. Los padecimientos psicológicos siempre se han padecido tras las acciones bélicas, desde Roma y desde Mesopotamia, miles de años atrás.
No se debe olvidar además el primer pasatiempo y gran deporte estadounidense que incluye observar el bombardeo a hoteles saturados de civiles, como ocurrió con las primeras acciones aéreas en Irak.
Gracias a la tecnología se puede ver a esos héroes en televisión en, vivo y directo, a miles de kilómetros de distancia, en plena acción bélica, intocables, desde un avión inmensamente rápido, de madrugada, sobre aldeas y cuevas como las de Afganistán.
Alarma en USA
El contenido de los documentos secretos sobre la guerra en Irak y Afganistán ha generado gran preocupación en la jerarquía militar y de inteligencia de los Estados Unidos, debido a las atrocidades cometidas por los soldados.

