Desde aquel 5 de abril de 1821, cuando Antonio María Pineda fundó El Telégrafo, primer periódico dominicano, prensa y periodistas han desempeñado roles de primer orden en la construcción de una democracia todavía débil, aun durante largos periodos de oscuridad política cuando la intolerancia convirtió a la República en una gran jaula.
A lo largo de la convulsa historia nacional, la sociedad ha pretendido que el periodista haga las veces de político, militar, policía, maestro, médico, y suele culparlo por los errores o inobservancias de otros actores sociales, sin entender que la función básica del comunicador es la de informar.
Los gobiernos, en cambio, suelen escoger al periodista como señuelo para pretender justificar sus desatinos o los hostigan cuando consideran que la información veraz se convierte en un foco de subversión, por lo que en la nómina de héroes y mártires de las libertades públicas figuran muchos comunicadores.
Para conocer las funciones de un periodista es menester pernoctar en la redacción de algún diario, revista, estación de televisión, radio o de medio digital y participar de una cotidianidad que involucra al comunicador con la vasta agenda informativa asociada a la injusticia, inequidad, delincuencia, corrupción, lucha de intereses o reflectores del espectáculo y la farándula.
Como en cualquier otro oficio o quehacer humano, no son pocos los periodistas que faltan a la ética o a la moral, pero la mayoría de quienes ejercen este oficio lo realizan con decoro, conciencia, responsabilidad, valentía y orgullo profesional.
Injustamente se pretende desdibujar la labor del periodista al vincularla con la concentración de medios o empresas periodísticas, un fenómeno que también se produce en los demás sectores de la economía, incluido áreas tan sensibles como las de los servicios médicos, sin que se diga que por esa razón los galenos violentan el Juramento Hipocrático.
De manos con el extraordinario avance de la tecnología, los medios de comunicación crecen hasta el infinito, tanto así que la Internet, televisión digital y la radio en frecuencia modulada cubren casi los rincones de la República, lo que obliga al periodista poseer una formación más universal y a desempeñar una misión todavía más apostólica.
El Nacional saluda hoy con fervor y admiración a buenos y verdaderos periodistas, quienes con su trabajo tesonero cumplen cada día con la sagrada misión de informar y orientar a la ciudadanía con estricto apego a la verdad y la objetividad.

