Cuando el poeta Frank Báez ganó el Premio Nacional de Poesía en el año 2009 con su libro “Postales” muchos quisieron incinerarle junto a su texto. Se salvó de la pira, y hoy lo puede quizás contar, porque no le encontraron.
Recuerdo a varios conocidos poetas de los años 80 parafrasear, hacer juegos de palabras con algunos de sus poemas para ridiculizarle, y expresar que aquellas cosas horribles las podría escribir cualquier pelafustán o imberbe escribidor.
Consideraron que el veredicto del jurado fue totalmente desatinado, carente de toda lógica y un escupitajo vulgar a la estética que ellos pregonaban. Claro, estos comentarios fueron a espaldas, y en aquelarres improvisados.
Para sintetizar, en esa ocasión predominaron entre los contertulios esos exabruptos verbales que hacen los borrachos y que al otro día ni se recuerdan.
En definitiva, de Frank Báez y su texto “Postales” hicieron papillas. Con el joven escritor, que con ese galardón se apuntalaba de manera seria en el escenario literario, no tuvieron conmiseración de ningún tipo.
En el texto “Postales” ellos no encontraban nada interesante, y a juzgar por lo que aseguraban ese no llegaría a ningún sitio. No me atreví a comentar porque no conocía el libro. Permanecí, eso sí, a cierta distancia y sin sumarme a esas descalificaciones, pues conocía la formación de Báez, y un talento indiscutible que poseía.
Nadie, claro, se atrevió a escribir lo que pensaba. Por una mezcla de irresponsabilidad y haraganería. El asunto quedó entre la oralidad y el chisme. Como todo lo que discurre así, se lo llevó el olvido, se fue con esa noche de improperios gratuitos. Y como siempre el texto quedó ahí, el libro permaneció, por suerte como su autor, a oídos sordos y sin escuchar de lo que él se decía.
Posteriormente leí “Postales”. Y de inmediato noté cuán distanciados estaban aquellos poetas de la verdad y cuán injustos habían sido en sus apreciaciones.
El libro “Postales” tenía una frescura, un aliento que en el extraño y angosto mundo de la poesía dominicana aún no tenía cabida.
Era muy fresco. Pecaba de ingenioso y atrevido. Estaba escrito en un lenguaje que ellos desconocían, con un desenfado que ellos por múltiples razones están incapacitados para asumir. Frank Báez se había montado en un vehículo y había dejado atrás a muchos.
Una de las cosas malas de los dominicanos, y que los poetas y narradores jóvenes hemos heredado, para mal de la literatura, es que somos muy ceremoniosos y nos tomamos la vida y a nosotros mismos muy en serio.
Los poetas de mi generación sólo hacen chistes a costillas de los otros, jamás sobre ellos mismos. Tampoco son capaces de mirar a la realidad de una manera distinta, de acercarse lo más inteligentemente posible para sacar un filón que sorprenda. Hay poco humor y mucha retórica en la poesía de los años 80 y 90.
Y ahí es que Frank Báez ha tenido el acierto. Humor y sarcasmo han sido incorporados al texto Postales, y ha surgido un libro que provoca, que hace reír, que saca la risa amarga y que en definitiva, nos tira a una bocacalle de reflexiones.
El hombre de la calle, la mujer de la vida que sufre, el muchacho que se ve en las disímiles encrucijadas existenciales uno se le topa en cualquier de los versos de Frank. Tiene su poesía la cualidad de sacarnos en un momento una risa, y de inmediato darnos con un zarpazo de tristeza.
Heredero de la mejor tradición de la poesía norteamericana, que prescinde de artificios y banalidades, y se va al centro del hombre, que le da una mirada amarga y lúcida a lo que le circunda, Frank Báez, inició con Postales un recorrido poético del cual aún tiene que darnos muchas gratas sorpresas.
En “Postales” Frank demostró que tenía algo fundamental para convertirse en un aeda a tomar en consideración y que no venía al ambiente literario a hacer malabarismos verbales: Era él, no pretendía parecerse a nadie. Tan sólo quería cantar lo que para él es la peripecia de los barrios, de un mundo que atraviesa, aunque no en su totalidad, algunos bajos fondos.
De los textos, me fascinan Nocturno y Ars Poetica. “Entonces uno imagina que las luces parpadeantes/de la costa también se transforman en barcos/y que las casas y los edificios se desplazan por el mar/y que Santo Domingo entera se echa a navegar”.
Lo más reciente que Frank ha publicado no lo conozco. Supongo que la calidad poética ha ido in crescendo. Ya averiguaré. Pero tenía esta deuda, y que en la semanas próximas continuaré saldando con otros textos.
De todos modos le aconsejo al amigo Frank que si ve que si se le acerca un joven o desconocido con un galón de gasolina y unos fósforos, que corra por su vida, porque en esta media isla uno nunca sabe qué pueda sucederle por escribir un libro como Postales o por cualquier otra cosa. Atento: los pirómanos se disfrazan….