La génesis del Estado, aquellos esfuerzos iniciales que lo organizaron entre el surrealismo animista y la lógica que parte de la necesidad inmediata, es la protección justificada de vidas y bienes. Aquello es fundamental en las relaciones jerarquizadas de los seres humanos y no sólo de ellos.
No hay justificación para que el Estado sea opresivo, menos aún contra los ciudadanos que en gran medida lo constituyen, no importa el mito de la violencia organizada, no importan las oscuras razones que intentan justificar lo opuesto.
Sus conclusiones, tomadas aprisa o de modo ponderado, son las que emanan de un semidios que, acompañado del brujo o chamán, un ser que es visto como el ente comunicante entre el mundo visible y lo invisible y todopoderoso, no pueden ser contrastadas y devienen definitivas.
Todo ello en vista de que aún no hay una organización que colectivice la voluntad de la gente, que la represente y decida el probable o incierto porvenir y la seguridad de todos incluso ante lo desconocido.
En el universo de los animales existe la jerarquización todavía más densa y cerrada, más organizada lo que produce una eficiencia ejemplar, ya que cada quien sabe desde su nacimiento lo que le corresponde y asume su suerte sin detenerse a pensar en ningún propósito o sentimiento o dolor posterior y ni siquiera la muerte.
La organización del Estado, que es un ente múltiple, complejo, evolutivo, sobreviene con el crecimiento de los grupos humanos y la inmediata necesidad de organizarlos políticamente, de dirigir sus sueños, sus pesadillas y sus voluntades y temores no menos complejas y no menos diseminadas que las que manan de un gran árbol primordial. El intrincado cerebro humano lo medita todo, todo lo somete a prioridades y a estereotipos erróneos o convenientes.
Visto así, el Estado es una complejidad enferma cuando surge de repente el ordenamiento tiránico.
Las distorsiones intencionadas y los errores inopinados que se han producido en la conducción del Estado a partir del manejo individualista del gobierno siempre han tenido y tendrán consecuencias especialmente negativas para las mayorías, como enseña y prevé la historia. Ningún Estado tiene que convertirse en dictatorial, salvo bajo urgentísima emergencia, necesariamente efímera, que obligue a ello, como por ejemplo un gran desastre natural o un grave peligro externo que vincule los acontecimientos a la dirección del Estado en peligro de perecer.
Un estado policial permanente siempre será el producto de mentalidades enfermizas dedicadas al cultivo de un histrionismo violento de carácter criminal y un individualismo exacerbado.
La dictadura latinoamericana es un efecto viciado de esos acontecimientos que también se adhieren seriamente al desempeño económico. La economía, su caída y en razón del efecto de una causa eficiente, siempre coloca en situación de peligro el ordenamiento jurídico democrático, si es que lo hay. Cuando la voracidad del poder se instala en el Estado para apropiarse ilegítimamente de sus bienes no hay razonamiento probable para airear la más mínima justificación.
No se ha visto a nadie que en condiciones normales salga a la calle a pedir una tiranía, salvo aquellos que ya tienen de sí una mentalidad tiránica.
Usted buscó ascender al poder para beneficiarse y beneficiar a los suyos. Las justificaciones que dé en adelante y posteriormente las que den los suyos serán meras excusas pordioseras.
Las constituciones que deciden ese Estado de derecho, que constituyen el alma del Estado, procuran organizar los deberes y derechos de loa ciudadanos así como la lógica operativa de ese Estado de común acuerdo con la realidad histórica.
Analizada en síntesis la organicidad del Estado, visto que el gobierno es una expresión política de éste y no necesariamente el montaje de una obra perpetua y trágica, nadie se halla en condiciones de justificar el crimen contra ciudadanos de ese Estado que disientan sobre cómo se deben llevar los acontecimientos políticos. Lo contrario es la disolución del proclamado Estado de derecho para imponer la voluntad de individualidades.
Todo ordenamiento nuevo crea una nueva estructura jerárquica, una aristocracia del poder que va a ser altamente eficiente como la de Grecia en los días de Pericles o altamente devastadora y decreciente a lo último, como la de Roma y sus emperadores.
El tiempo, la historicidad, la voluntad humana cuya mente es volátil y errática, deciden la suerte, junto al azar de cada proceso mediato e inmediato.
Siempre será necesario, para corregir errores fatales, irse a los cimientos, a la piedra angular que dio origen a este instrumento humano que puede, si se quiere, convertirse en un ente de bienestar o en una monstruosidad, si así, por igual, se lo desea.
UN DATO
Dicotomía de Estado
Siempre será necesario, para corregir errores fatales, irse a los cimientos, a la piedra angular que dio origen a este instrumento hu mano que puede, si se quiere, convertirse en un ente de bienestar o en una monstruosidad, si así, por igual, se lo desea.
