POR: César Pichardo

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¿Guerra de egos o ecuanimidad?

Los seres humanos nos apoyamos en la cotidianidad de experiencias que varían de un individuo a otro, en política, es común de un partido a otro que siempre marcan diferencias; ahora, esto se ve de forma distinta dentro de los propios partidos a través de un cuadro crítico de múltiples complicaciones. Sucede en el PLD, PRD, y el PRSC. Lo tormentoso de esto es la pérdida de asombro que vive la sociedad.

Tenemos propósitos e intereses divergentes y estamos dotados de capacidades intelectuales y sensibilidades también disimiles. En estas condiciones, lo normal y esperable es que las personas no estemos de acuerdo en casi nada. Algunos de esos desacuerdos serán superficiales y otros profundos, pero lo cierto es que, casi siempre fluye cualquier tema de contradicción. En política ocurren cosas muy diversas y, a veces, imprevisibles. El político debe comprender y reaccionar de acuerdo a la urgencia del momento sin perder ecuanimidad, entender desde la lucidez y el sosiego para abordarla con receptividad y apertura; consciente de que en todos los ámbitos de la vida es importante abordar el control, y mantenerse imperturbable a pesar de ganar o perder.
La mente firme no se doblega antes la certidumbre ni la incertidumbre.
Ser ecuánime permite visión clara y entendimiento correcto. Implica, sabiduría especial que en todo momento es esencial, y, así, aplicable en las difíciles circunstancias actuales, repletas de implicaciones complejísimas, sobre todo, dentro de un panorama, cuyo choque de opiniones parece una guerra de egos, es inevitable que surja alguna discrepancia pero hay que transformarlas en consensos muy sólidos y permanentes sin que nadie imponga su punto de vista a los demás, se precisa detener el fuego cruzado de la arrogancia que impide ver la ecuanimidad como virtud incuestionable del respeto reciproco.