Para una mujer extraordinariamente activa como ella, aquella noticia la dejó devastada. No se imaginaba jubilada. ¿Cómo serían sus mañanas sin esa ducha de madrugada como preludio para acudir a una cita laboral que se prolongaba por treinta años?.
Pese a ser la de mayor edad, nadie la superaba en intensidad, eficiencia y disposición realizando tareas nada sencillas. Asombraba constatar un espíritu que no se arredraba por más difícil que pareciera el obstáculo a enfrentar.
Pero había llegado la hora legal de poner punto y aparte a aquello a lo que había dedicado la mayor y mejor parte de su existencia.
Regresando a su casa por la ruta que en sentido inverso no volvería a transitar, tuvo que recurrir a su destreza conduciendo para evitar colisionar por una imprudencia cometida por un caballero.
Al llegar a su hogar, todavía nerviosa por el riesgo del que había salido indemne, surgió la idea. Había escuchado de un novedoso sistema de taxi que permitía trabajar solo el tiempo que quisiera. “Esto es lo ideal para una persona en mi circunstancia”.
Con su legendaria intrepidez, investigó sobre el asunto.
En menos de dos semanas reunió la documentación solicitada y la depositó para ser evaluada.
Empezaba a desesperarse porque no la llamaban, cuando le llegó el correo para la cita.
Tres días después se percató, sin dudas, que con ella estaban siendo particularmente rigurosos. Eso le hizo redoblar sus esfuerzos por hacerlo bien. Pese a ello, salió de allí con la impresión de que la rechazarían.
Su temor se incrementaba porque el tiempo transcurría sin recibir noticias. Grande fue su emoción cuando la llamaron para formalizar contratos. Su euforia fue impactada por la respuesta dada por el joven que la atendía.
Ella preguntó que si ya podía conectarse a la plataforma. “Sí, pero conseguirá pocos clientes”. Por qué lo dice, le cuestionó. “Porque a los hombres no les gusta que les manejen mujeres”.
Usted no sabe a quién le está diciendo eso, le dijo, clavándole los ojos.
El nivel de cancelaciones que le hicieron las primeras semanas le hacía recordar aquel presagio.
Pero no desmayó. Ponía un extra cuando transportaba hombres y empezaron a reportarle informes positivos de sus usuarios.
Así fue aumentando su fama y terminó trabajando solo los fines de semana.
De lunes a viernes se dedicaba a atender solicitudes privadas que cada día eran mayores.
Sobre todo, de pasajeros de género masculino.