A los que me tildan de prohaitiano, les diré que sí lo soy. Me solidarizo con los haitianos que, como muchos de nosotros, migran hacia mi país y otros en busca de una mejor calidad de vida; que son víctimas, y nada tienen que ver con el desvío del Masacre.
Tengo derecho a disentir de las medidas del gobierno con Haití. Esto no implica que no reconozca las violaciones de las autoridades del vecino país. Pero debo aclarar que apoyo a los migrantes trabajadores y decentes de América y el Caribe.
Esto, porque tengo nietas con ascendencia de varias naciones, y no sé si abusivamente y de modo retroactivo, siempre exculpando los errores del pasado y sacrificando a nuestros descendientes en el exterior, al igual que la ley 168-13, un tribunal pretenda desnacionalizarlas.
De otro lado, me niego a que por apoyar un supuesto cambio en mi país y a claudicar; o sea, coincidir con algunos sectores oligárquicos y empresariales que tanto en Haití como en República Dominicana, abusan y explotan a los desamparados.
Los cambios en el sistema donde se turnan los mismos grupos que sempiternamente nos diezman, de ninguna manera, me harán abjurar de mis principios. No voy a errar en la diana de estar siempre al lado de los pobres, porque quienes sustituyen a otros, hasta ahora, resultan ser tan inconscientes como los primeros.