Opinión Articulistas

Publicidad creativa

Publicidad creativa

Efraim Castillo

Sería bueno recordar que todo discurso publicitario que adolezca de especificidad creativa del dominio, se convierte en una elaboración intrascendente y, por lo tanto, no transportará la sustancia persuasiva que enriquecerá y convertirá el mensaje en memoria, en experiencia colectiva.

Por eso, la materia que estructura la especificidad creativa del dominio está compuesta de múltiples sustancias y nociones, de palabras ajenas y propias, así como de ideas que se acoplan sin dificultad a la campaña programada.

Debido a esto, no todos los creativos podrán ejercer esa especificidad, esa integración del dominio; más aún en un país como República Dominicana, donde navegamos en una oscuridad física por carecer de suficiente energía eléctrica y docencia científica; carencias estas que a través del dominio podrían integrarse plenamente a la creación.

Al lado de cualquier cursillo, seminario o evento educativo en donde se practique una enseñanza de nivel técnico sobre temas específicos, sería muy bueno anexar la historia —como analogía enriquecedora— de lo que ha sido la publicidad dominicana y la importancia de conocer la especificidad creativa del dominio; lo que podría explicar por qué tantos buenos escritores que intentaron ingresar al mundo publicitario no pasaron la prueba; contrario a otros que, sin poder inscribir una obra trascendente en la historia de la literatura nacional, sobresalieron en la creación de jingles, gimmicks y campañas.

Sin embargo, hubo quienes pudieron ajustar sus talentos y descollar en ambas actividades: la creación literaria y la creación publicitaria; por lo que es propicio apuntar que para poseer esas cualidades no se requiere estar dotado de un talento extraordinario, sino de conocer el discurso del hombre en la historia, ajustándose al enunciado de Bajtin: conocer y emplear con precisión las palabras: la neutra, la ajena y la propia («La palabra en la novela», 1929). Lo demás en la intertextualidad.

Si se hurga en la publicidad dominicana se tropezará con varias piedras; piedras de múltiples y variadas formas. Algunas recordarán —la mayoría— el viejo espíritu de la creatividad cubana, levantada con estructura propia a escasas millas de los EEUU. Habrá otras —como la memoria— que reproducirán, in extenso, la creatividad norteamericana.

Muy pocas presentarán ese tercer discurso, el maravilloso resultado de una creatividad eminentemente reproductora de las especificidades reales de las conductas y necesidades sociales del sujeto dominicano, que trató en las décadas 60,70 y 80 del siglo XX, de evadir la imitación que cubría la publicidad dominicana, la cual se ceñía a la gestalttheorie de principios de siglo, en donde «el todo era más que la suma de sus partes» y representaba la más aplastante trampa en que caía el creativo publicitario especializado en redacción. Una trampa que siempre está a mano: el cine, la música, las revistas, los comics y ahora las redes; amén del bombardeo referencial proveniente de la propia especificidad social, construida por la propia publicidad.

En la relación signo-interpretante (Peirce, 1903-04), la supericonicidad juega un rol preponderante, ya que el andamiaje referencial está dominado por un sistema semiótico proveniente de lo imitado.