Guerra de encuestas
A menos de cuatro meses de las elecciones presidenciales, congresuales y municipales, recién inicia enero y también el bombardeo de encuestas de preferencia electoral, cuyos resultados deberán ser interpretados con pinzas y rigurosidad, por intereses de sus financistas, realizadores y promotores.
En principio, una encuesta realizada con rigor científico y avalada por la reputación de sus responsables, es valioso instrumento para trabajo político que mide, entre otras variables, intención de votantes e informa sobre fortalezas y debilidades según segmentación de públicos.
La opinión pública crítica, así como el ciudadano pensante, debe prepararse para cuestionar “estudios” que según la historia reciente divulgan “resultados” conforme coyuntura para tratar de influir y manipular potenciales votantes, con percepciones que quieren transformar en realidades.Hasta las firmas más veteranas y que por historia logran credibilidad, quedan bajo cuestionamiento cuando ofrecen resultados, retratos de “realidad” en un momento, que para el sentido común distan de lo que conoce y percibe en las calles el ciudadano de a pie.
Según quien pague el estudio y su historia en anteriores “guerras de encuestas” se podrá valorar los datos ofrecidos para consumo del mercado electoral en que políticos y equipos de campaña andan tras los votos no importa el medio a utilizarse si se consigue el fin.
La manipulación está presente, generalmente, en cada entrega. Si se trata de la empresa “XYZ” con historial de trabajo para el candidato “ABC” o para el grupo interno adverso a ese político, este será factor de mayor o menor seriedad de resultados, igual si se trabaja para el aspirante contrario a aquel.
El electorado, que tiene contacto necesario con medios de comunicación incluyendo redes sociales, es bombardeado ya con misiles disfrazados de “encuestas” que le obligan a refugiarse en racionalidad para no contaminarse por los efectos nocivos de manipulación y desinformación mediática.