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¿Quiénes nos educan?

¿Quiénes nos educan?

Fernando A. De León

Aunque la educación se adecúa de acuerdo con los tiempos, tengo entendido que los buenos hábitos, costumbres y modales de bonhomía de circunvecinos, siempre serán una expedita plataforma educacional.

Partiendo de esa premisa, creo que en el desarrollo del niño y el adolescente hacen falta los paradigmas de una tradición oral educativa, de la gente bien formada que nos circundan. Fortalecen y contribuyen con una idónea adultez.

He repasado el “dossier” de mi memoria que da cuenta de cómo se han comportado ya adultos, amigos y conocidos de aquellos tiempos y, sorprendentemente, he reparado en que muchos de los que crecimos en hogares monoparentales asumimos mejor ejemplo ante la sociedad de hoy.

Es penoso que aparte del entorno que nos forma, observar de qué forma incide otros factores holísticos o al margen, para que un individuo que crece bajo la protección de un hogar nuclear con menos carencias llegue al extremo de fallar, con lamentables inconductas.

Para el desarrollo del niño hacen falta los paradigmas de una tradición educativa
Tengo la impresión de que, al margen de nuestros progenitores, en ello influye el distanciamiento con las personas adultas que nos rodean que, aún sin proponérselo, dan ejemplos esplendentes de buena conducta, y son referentes que tienen mucho que ver con el correcto comportamiento.

Creo que la juventud de ahora está un tanto alejada de esos paradigmas. No solo se requiere de una buena instrucción académica; hay que, cuando se pueda y sea permitido, oír las pláticas sanas y orientadoras de los adultos mayores.

Pero además, donde domina la progenitora que es padre y madre; hogares que podrían sobrepasar el 40% en República Dominicana, hace falta la vigilancia constante y las lecciones de didácticas elementales, a lo interno del cuadro familiar.

También ellas,-si tienen suficiente moral-deben moldear la conducta de sus hijos, advirtiéndoles con frecuencia que no deben hacerlas quedar mal ante la sociedad. Esto debe ser un constante emplazamiento.