Dos años del TC
Los dominicanos tenemos sobradas razones para sentirnos satisfechos de estos dos primeros años del Tribunal Constitucional (TC). Este alto órgano jurisdiccional especializado fue creado por la Carta Magna que nos rige desde el 26 de enero de 2010. Es el producto de una aspiración muy sentida y una dura lucha de la sociedad dominicana. El magistrado Milton Ray Guevara y los demás jueces han hecho que el TC valga la pena.
Toda sociedad que aspira a ser civilizada y democrática crea una instancia que tenga como misión esencial garantizar que se materialice ese sueño. La nuestra no es una excepción. Cuando los dominicanos nos dimos cuenta que el Poder Judicial no era suficiente para avanzar en el fortalecimiento institucional, se comenzó a pensar en el TC. Es a partir de la década de los ochenta del siglo pasado que nuestros juristas y políticos más preocupados por el tema se dan cuenta de que, sin ese tribunal, las estructuras del Estado estaban incompletas. Entonces, se comienza a conceptualizar la creación del TC. El pueblo, por intuición, también coincidía con esa idea.
Como siempre, llegamos muy retrasados a las citas con la historia. Por eso el TC cumple ahora dos años. Sobre todo si pensamos que desde nuestra primera Constitución, la del 6 de noviembre de 1844, se consagró el sistema difuso de control de la constitucionalidad. Siempre lo hemos tenido. Y que desde el 1920 Europa tuvo TC gracias a Hans Kelsen. Pero nuestro sistema concentrado del control de constitucionalidad fue consagrado definitivamente con la Ley Sustantiva del 1994. La Suprema Corte de Justicia (SCJ) tuvo esa función. Por ignorancia y oportunismo, la ejerció de manera penosa y vergonzosa. Incurrió en denegación de justicia, por las moras excesivas que acumuló, y retorció los principios constitucionales, por servilismo ante los intereses políticos de turno. Hasta se declararon, juzgando su propia causa, virtualmente vitalicios con una sentencia. Fue necesario revisar el Pacto Fundamental para realizar los cambios necesarios.
Varios miembros de la vieja SCJ se opusieron radicalmente a la creación del TC. La lucha fue dura y difícil. No podía ser de otra manera. Los culpables de la deuda social frente a la protección de los derechos fundamentales, de la existencia de privilegios irritantes y del desorden institucional no iban a quedarse de brazos cruzados. Todo genera su contrario, y el TC los tuvo, los tiene y los tendrá.
En estos dos años del TC se ha avanzado mucho en el fortalecimiento del orden constitucional. Hay más conciencia del respeto de los derechos y se ejercen los recursos con más confianza en la justicia. El TC ha dictado sentencias paradigmáticas a favor de los derechos fundamentales. Ha garantizado el debido proceso y la tutela judicial efectiva; la asistencia social, la propiedad, la educación. Hasta la nacionalidad la ha protegido con entereza. El TC es el guardián del orden constitucional.
Rafael Ciprián
rafaelciprian@hotmail.com
