Opinión

QUINTAESENCIA

QUINTAESENCIA

POR: Rafael Ciprián
rafaelciprián@hotmail.com

 

 

Críticas a las sentencias

 

La democracia representativa que tenemos es la fisonomía social, económica y política del sistema capitalista atrasado, dependiente y deformado que nos hemos dado. Los poderes imperiales vienen maquinando, desde los albores de la proclamación de la independencia del 27 de febrero de 1844, para que no alcancemos mejores niveles de vida. Pero lo determinante no son sus actuaciones, sino las actitudes que asumimos como nación. Y una de las peores de esas actitudes es limitar el derecho a la información, a la sana crítica, a la libertad de pensamiento y de expresión. Son derechos fundamentales, consagrados en el artículo 49 de la Constitución. Los prepotentes con poder ven ese texto como letra muerta, y su práctica como necedad del ciudadano.

Para que la sociedad se desarrolle, primero debe ampliarse el ámbito de las ideas y los enfoque de sus miembros. Sin educación no hay progreso. Es una constante que en la medida que las personas alcanzan mayores niveles de formación intelectual, se vuelven más racionales y más críticos. Aprenden a pensar y a cuestionar. Y no debe existir nada que esté fuera del alcance de esas incursiones del saber. Los actos del poder deben estar, sin excepciones y con carácter de prevalencia, en el centro de las reflexiones ciudadanas. Las sentencias, como actos de poder, que expresan la potestad jurisdiccional del Estado, delegada al Poder Judicial y ejercida por medio de los jueces, deben ser criticadas.

Donde existen voluntades dictatoriales se limita el derecho a criticar. Varios de los miembros de la anterior Suprema Corte de Justicia (SCJ) sentían terror ante el cuestionamiento de sus decisiones. Creían que era a su persona y no a la sentencia. Tenían un pánico patológico al ejercicio de ese derecho. Hasta el grado de que perseguían, marginaban y sancionaban, con aires de Júpiter tronante, a todo mortal que osara cometer ese “crimen”. Y si era un juez, entonces lo ponían en una lista negra para quemarlo en la hoguera del Torquemada con ínfulas de emperador eterno. Varios jueces sufrimos bajo aquellas llamaradas de intolerancia, arbitrariedad y abuso de poder. El juez que teme al análisis de sus sentencias es un ignorante, oculta indelicadezas, manipula inconfesablemente el sistema y falta al deber de hacer Derecho.

Por fortuna, aquellos togados prepotentes, elevados por error a las más altas instancias de la administración de justicia, hoy están fuera de la Judicatura. Pero cuidado, que mantienen algunos serviles atrincherados en ella. Los cambios que dieron paso a la actual SCJ y al Tribunal Constitucional ensancharon el derecho a criticar todos los actos del poder. Y las sentencias son también actos de poder.
Hoy, como nunca, oímos y leemos en los medios de comunicación social las más diversas críticas a las decisiones judiciales. Eso expresa el grado de democracia real que tenemos. Las sentencias de los jueces son y deben seguir siendo criticables.

El Nacional

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