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Quintaesencia

Quintaesencia

Rafael Ciprián

El debido proceso

Otro fantasma recorre los intersticios de la administración de justicia en la República Dominicana: es el debido proceso.
El debido proceso es el cumplimiento cabal de las garantías del justiciable, de todos los procedimientos y de la tutela judicial efectiva, incluyendo la administrativa. Y nunca debe olvidarse la sagrada presunción de inocencia.

Dicho fantasma toca todas las materias en que se reclaman y operan las garantías de los derechos fundamentales.
Por tanto, ese otro fantasma interviene en los casos de naturaleza jurisdiccional, ante los jueces, y administrativa, en cada una de las instituciones públicas y ante los ministros, directores, subdirectores y demás flores aromáticas de la burocracia estatal.

También puede ese poco apreciado fantasma aposentarse y permear los asuntos penales, civiles, comerciales, inmobiliarios, laborales, contenciosos administrativos, de familias y todos los demás. Ninguno le es ajeno. Y lo hace con su extraordinaria potestad y rango constitucional, consagrado por nuestro Bloque de Constitucionalidad.

Así lo consagra el artículo 69, en su numeral 10, de la Ley Suprema. Nadie está por encima de ese otro fantasma, ni siquiera el todopoderoso y extra poder Tribunal Constitucional (TC).

Al TC le corresponde respetarlo, igual, y quizás más, para que dé el ejemplo y la directiva, que a las otras altas cortes y a todos los jueces del Poder Judicial.

Ese otro fantasma no es el que aterrorizó a la burguesía y a la oligarquía y al imperialismo en otros tiempos. Hoy es impulsado globalmente por todas las fuerzas sociales vivas. Poco importa que sean progresistas o retrógradas.
No hay de otra, sin el respeto al debido proceso tampoco hay justicia. Y si no hay justicia, no hay democracia, ni gobernabilidad, ni paz social, ni desarrollo, ni progreso nacional.

El debido proceso atrae las inversiones extranjeras e incentiva las nacionales, para crear riquezas y bienestar colectivo.
Ciertamente, el cumplimiento de ese otro fantasma puede tomarse como la medida o indicador del grado de desarrollo humano de una sociedad, y de sus proyecciones a corto, mediano y largo plazo.

Ahora bien, el debido proceso no puede ser “asigún”. Es un cinismo y un descaro reclamarlo para los delincuentes de cuello blanco, los que engordan con la miseria y la sangre del pueblo, porque con su corrupción administrativa le roban la sopa a un malogrado, y hacerse el sordo, ciego y mudo cuando se trata de pobres e infelices procesados.
Nadie se engañe, ese otro fantasma no puede tener ni favoritos ni excluidos. Es para todos o no será para nadie, cuando llegue la hora de los hornos.

El debido proceso es y debe ser el pan de cada día en todas las decisiones de las autoridades. Duela a quien le duela.