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Quintaesencia

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Rafael Ciprián

Visión de justicia

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El Plan Estratégico Institucional Visión Justicia 20/24 es la negación rotunda de la improvisación con que el Poder Judicial había venido desarrollando sus tareas jurisdiccionales y administrativas. Antes había un proyecto, no un plan en la administración de justicia.

Recuerdo que cuando éramos dirigentes del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), nunca hemos ocultado esa militancia, el profesor Juan Bosch nos hablaba mucho de la diferencia que existe entre un plan y un proyecto. Y esto lo hacía para que en la organización se comprendieran las tareas orgánicas que debían realizarse.

Ciertamente, si confundimos lo que es un plan con un proyecto no lograremos las metas perseguidas. Sin conceptos adecuados, andamos dando tumbos, como ciegos.

Por su importancia para la vida y para las instituciones, debemos saber que el plan tiene un mayor alcance que el proyecto. El plan puede contener diversos programas y estos, los programas, varios proyectos. Un plan es superior a un programa y este es más abarcador que un proyecto.

Ciertamente, el proyecto es siempre muy concreto. Se limita a una serie de actividades que se interrelacionan, casi siempre con propósitos inmediatistas. El que comete el garrafal error de confundir el plan con el programa o con el proyecto, termina tan perdido como el hijo de Límbert.

Todo plan contiene una estrategia general. Pero el programa y el proyecto suelen prepararse para ejecutar las tácticas que son necesarias para alcanzar la estrategia.

La gran diferencia entre el plan y el proyecto está en la existencia del método o modo de ejecutarlo. El plan contiene el método y los recursos que el proyecto empleará.

Ahí están las ideas que nos permiten comprender la inoperancia y la ineficacia de las instituciones mal dirigidas.
Nuestro Poder Judicial padeció por mucho tiempo del error de no contar con un plan o, como dicen ahora, con un plan maestro. Solamente tuvo proyectos.

Y esa ausencia de un verdadero plan en todo lo que implica la administración de justicia generó en la judicatura la desorientación y la corruptela de que fuimos víctima todos los dominicanos.

De manera que la pérdida de confianza en la justicia, con todos los efectos negativos que ella genera, se debe, además de las causas sistémicas, al desconocimiento gerencial que exhibieron sus principales autoridades.

Recordemos que padecimos la época, como en la historia de la infamia, en que un juez fastidiado por todo lo que estaba pasando, se atrevió a poner un letrero en la puerta del tribunal. Decía: “Se vende sentencias”. Y hasta el presidente de entonces, que era el doctor Joaquín Balaguer, tuvo la sinceridad extrema de afirmar que la justicia era un mercado persa.

Pero aquellos días han quedado atrás.