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Quintaesencia

Quintaesencia

Rafael Ciprián

Ideal constitucional

Hemos afirmado en diversas ocasiones que el derecho constitucional es una cultura para ser practicada y vivida. Ciertamente, no es un conjunto de principios, valores y normas huecas. Tampoco una serie de frases ni un paquete de ideas para ser repetidas de memoria, como un papagayo que dice lo que no sabe ni entiende o a modo de palabras domingueras.

El derecho constitucional es para vivirlo. Nada más necesario, hermoso y urgente que vivir en constitucionalidad. Ahí se sintetizan todas las enseñanzas de los sabios antiguos y modernos y de la buena convivencia social.
Vivir en Constitución debiera ser el imperativo categórico, como nos enseñó el gran filósofo alemán Inmanuel Kant, para toda persona que cuente con una formación humanística.

La Constitución, como norma jurídica suprema de una nación, representa o debe representar la voluntad concertada de todos los sectores que interactúan en la sociedad. Si no se logra esa maravilla socio-política de consenso, aunque redacten el más bello texto del mundo y lo aprueben formalmente, ese país no tendrá una verdadera Constitución.

Por eso el célebre jurista germánico Ferdinand Lassalle declaró que cuando la Constitución no expresa las legítimas aspiraciones de los factores reales de poder de una sociedad, se convierte en un pedazo de papel. Y esto así porque ninguna de las fuerzas vivas se identificará con ella.

Ahora bien, cuando los sectores gobernantes son capaces de armonizar sus intereses y privilegios con los sueños de los gobernados, para permitirles a estos vivir con un mínimo de dignidad, y se consigna en el Pacto Político y Jurídico, entonces se materializa el ideal de la Constitución.

Nadie carecerá de los medios y recursos necesarios para desarrollarse con el mínimo vital. Y tendrá cubiertas las necesidades de su existencia.

Todos diremos con satisfacción, que en esa sociedad hay una auténtica democracia. Sobre todo porque se respetarán los controles establecidos para evitar las arbitrariedades del poder y se garantizarán, jurisdiccional y administrativamente, los derechos fundamentales de las personas.

Ese es el secreto de todos los países que han alcanzado los altos índices de desarrollo social y humano que conocemos. Y que son ejemplo de gobernanza en el concierto de las naciones del mundo.

Como ejemplo, basta con pensar en la lista de países que son paradigmas de desarrollo, tales como Noruega, Australia, Suiza, Países Bajos, Estados Unidos, Alemania, Nueva Zelanda, Canadá, Singapur, Dinamarca, entre otros.

Y si ellos lo lograron, también nosotros podemos lograrlo. Para hacerlo, primero tenemos que realizar una profunda ingeniería en nuestro modo de pensar y de actuar, tanto en la vida individual como comunitaria. Así sea.