Opinión

A rajatabla

A rajatabla

Orgullo dominicanista

El discurso del presidente Danilo Medina ante la plenaria de la Comunidad Latinoamericana y del Caribe (Celac), ha sido memorable, no solo por su contenido de defensa a la soberanía nacional, sino también por su sentido de oportunidad, pues se produjo en el fragor de una cruenta campaña de descredito contra el gentilicio nacional impulsada por intereses foráneos que, ayudados por escuderos nativos, propagan la especie de que los dominicanos somos una especie de ratones de ferretería.

La gente cree que ese despropósito contra la dominicanidad comenzó con la publicación de la sentencia 168-13 que fija el alcance de la nacionalidad y ordena que se regularice el estatus de los indocumentados, pero hace mucho tiempo que desde grandes metrópolis se envían por todo el mundo a pandillas de filibusteros con la encomienda de propagar la falsa especie de que aquí somos racistas y esclavistas.

Sacerdotes y escribas han emprendido campanas de descredito contra el lienzo tricolor que incluye la presentación de documentales y paseos con todo incluido por las poltronas de Washington, Ottawa, Paris, Londres, Madrid y otros centros del poder mundial donde se repite que la otrora isla de primicias es hoy heredera del vergonzoso estado de apartheid que Nelson Mandela pudo erradicar de Sudáfrica.

Malos dominicanos, atraídos por el fulgurante color del Money Orden, participaron en el montaje en México de una farsa jurídica contra Republica Dominicana con la presentación de un individuo a quien encomendaron escenificar el papel de un el papel de dominicano despojado de su nacionalidad por su descendencia haitiana.

En la audiencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, muchas veces convocada para lacerar a la Republica, el bufan no pudo identificar fotografías de personas que él llegó a nombrar como familiares suyos, incluido padre, madre y hermano, lo que demostró la falsedad de la acusación, aunque de todas maneras, el daño planeado fue inferido.

El escenario de lapidación fue trasladado al vecindario caribeño con nuevos leones, entre los que figuran los primeros ministros de San Vicente y Granadinas y de Trinidad y Tobago, en la creencia de que esta vez el descredito seria de tal magnitud que todo el mundo inclinaría el pulgar en contra de la dominicanidad.

En principio, el Gobierno fue excesivamente cauto ante el andanaje de infundios y el presidente prefirió enviar misiones oficiales a la frontera imperial para que explicaran el alcance de la sentencia y la voluntad política de su gobierno de respetar los derechos de las personas con afectación por ese fallo irrevocable.

Orión Mejía
orion_mejia@hotmail.com

El Nacional

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