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Reaccionesa sentencias

Reaccionesa sentencias

Pedro P. Yermenos Forastieri

Como pocos oficios, impartir justicia debe hacerse desde una motivación esencialmente vocacional.
Asignar la razón, sobre la base de interpretar hechos; de aplicar la Constitución; el cuerpo normativo; la jurisprudencia; tratados internacionales; el derecho comparado, es algo que se dice fácil, pero no es tan así al momento de plasmarlo en casos concretos.

El resultado ineludible de todo proceso jurisdiccional es otorgar ganancia de causa a una o varias partes, lo que, al unísono, genera una pérdida para sus adversarios. De ahí que, es imposible evitar las positivas reacciones de quienes fueron favorecidos; así como inconformidades de quienes no lo fueron. Eso es normal y comprensible.

El juez que no esté preparado para recibir con sosegada alegría los comentarios del primer tipo y con elevado nivel de humildad los del segundo, ejercerá su ministerio con una constante incertidumbre, sumido en un permanente estado de ansiedad y cierto grado de frustración. Lo pernicioso de esa situación se agrava porque los jueces no pueden estar ripostando los juicios de valor que les parezcan injustificados, por aquello de que el foro público no es su escenario natural.

Por cierto, eso de que los jueces solo hablan por sentencias me parece muy relativo. No hablar no creo que sea la cuestión. Más bien sería de qué hacerlo y, sobre todo, cómo decirlo. Pero ese es otro tema.

Algo similar ocurre con los cuestionamientos a las sentencias emitidas por los magistrados. Jamás debe postularse porque, a partir de un distorsionado sentido del respeto, se acaten sus decisiones sin ningún tipo de comentarios adversos. Eso es inaceptable y remite a una circunstancia sin ningún vestigio democrático.

¿Cuál es el anhelo de todo juez que ejerce sus funciones bajo irrenunciables criterios de ética y honorabilidad? Que sus sentencias sean criticadas con argumentos y razonamientos jurídicos; con alegatos sustentados en interpretaciones, correctas o no, de los textos aplicados, de jurisprudencias esgrimidas. Demostrar la incorrección del fallo es la forma más efectiva de combatir la ratio decidendi de toda sentencia.

¿Qué hace sentir mal a ese magistrado? Que, sin recurrir a argumentaciones jurídicas, lancen embestidas contra sentencias, señalando causas que impactan la dignidad de los responsables del texto miserablemente atacado.

Es cierto que hay historias que explican la sospecha legítima ante decisiones desfavorables para ciertos intereses. No obstante, también es verdad que ayer, hoy y mañana, hubo, hay y habrá, magistrados que no merecen ser objeto de críticas infundadas.