Soy poeta, no dirigente de nada y es por eso que me permito hacer las siguientes reflexiones, después de ver como 60 senadores brasileros irrespetaron el voto de cincuenta millones de habitantes del hermano Brasil y destituyeron a una presidenta a la cual no pudieron probarle un solo acto de corrupción.
Confieso que no creo en las representaciones y si en los referendos, aunque también estos son totalmente manipulados por quienes realmente nos gobiernan que son los medios de comunicación, y detrás de ellos las clases dueñas de esos medios, como lo demuestra el proceso venezolano.
Me he cansado de preguntarle a la disidencia venezolana si tienen alguna idea de lo que significa para un país totalmente importador, el que el precio del petróleo baje de US150 dólares a apenas ocho, y por ende el que Venezuela no pueda pagar los productos que importa.
Ver a las masas, que antes celebraban a Chávez, volverse antichavistas, por un problema de consumo, ya ni siquiera me indigna sino que me convence de que un proceso político no se puede basar solo en el mejoramiento de la condición de vida de un sector determinado, porque la política o trasciende el papel sanitario o no sirve para nada.
Y ver la insania con que se trata el liderazgo de un hombre que ayudó a devolverle la visión a 16 millones de latinoamericanos, a través de la Operación Milagro; que le devolvió a los más pobres del Bronx la posibilidad de regresar al parque aledaño al segmento más contaminado del Río Hudson, cuando las organizaciones comunitarias le mostraron que no había ni una sola mariposa; un hombre campechano que cantaba y recitaba en los mítines multitudinarios, e incorporó el lenguaje de género en cuanto se le hizo la observación, me entristece.
¿Cuánto cuesta la popularidad? ¿Es que las ideas se compran con bonos solidarios? ¿Está el ser humano reducido a una pasta de dientes o una barra de jabón, a un rollo de papel sanitario? .
Les confieso que como alguien que ha defendido el predominio de las ideas estoy en crisis. Salvo el ejemplo del Che, de cierto liderazgo cubano, o de Fidelio, (quienes renunciaron a todo lo que la sociedad de consumo tenía que ofrecerles), el condicionamiento de la lealtad de las masas a la capacidad de ejercer el clientelismo me hace dudar del predominio de las ideas sobre la precariedad de la subsistencia.
Debilidades de poeta, claro está, y de alguien que se ha negado a la “videncia” de un poeta maldito como Rimbaud, apodado “el malo” por su descarnada avaricia y explotación del ser humano, (era traficante de esclavos) sobre el humanismo de Marx. ¿Tenia razón?