POR: Pedro P. Yermenos Forastieri
pyermenos@yermenos-sanchez.com
En noviembre pasado analicé el discurso de Minou en la presentación del libro que recopila epístolas intercambiadas entre sus legendarios progenitores. Intentaba establecer que después de esa pieza memorable, ella no tenía manera de preservar la coherencia continuando en el PLD. Terminé los artículos diciéndole que volvería a escribir comentando lo que hiciera con posterioridad. Ahora cumplo mi promesa.
Valoro como positiva su renuncia del PLD y considero debe ser el punto de partida del reencauzamiento de una carrera política que hace bastante tiempo debió asumir propósitos diferentes.
No es hora de recriminaciones, pero tampoco la crítica constructiva debe ser desestimada. El PLD, desde hace más de 15 años, está caracterizado por las miserias que denuncia Minou en su carta de dimisión de esa organización. Sus propias disidencias de las líneas políticas trazadas por el Partido evidenciaban que eran irreconciliables las posiciones enarboladas por la entidad con las de la diputada.
Me hago cargo, sin embargo, de la validez de los intentos por librar batallas a lo interno intentando hacer prevalecer nuestras ideas. No obstante, las cosas alcanzaron, desde hace mucho, tales niveles de abandono de los proclamados principios primigenios, que uno no se explicaba la permanencia de ciertas personas con determinados perfiles y compromisos históricos.
Ahora es tiempo de visualizar el futuro y tomar las mejores decisiones que permitan hacer avanzar los postulados a partir de los cuales la renunciante ha sustentado el importante paso que ha dado.
El valor esencial de lo que ha hecho radica en servir de espejo ante tantas conductas que devienen en oportunistas porque, aun conscientes quienes las asumen de que a la nación le urge transitar por otros senderos, se adaptan por conveniencia a continuar apoyando opciones que saben de antemano descalificadas.
Minou, sin dudas, es un activo valioso en estos momentos del país y de ella se espera que se constituya en paradigma de la antítesis de lo que han sido las corrientes políticas impuestas desde el poder en la mayoría de los años de nuestra vida republicana.
Ella tiene la aptitud de generar ilusión en la construcción de una alternativa política que gire en sentido opuesto a las corrientes conservadoras que se han erigido en responsables de los pésimos resultados que hemos obtenido en nuestra precaria práctica democrática. Eso sí, confiamos que su aporte se focalice hacia la estructuración de una oferta auténticamente novedosa. De más de lo mismo, estamos saturados.