Las caravanas de emigrantes centroamericanos que buscaban ingresar a Estados Unidos representan uno de los primeros desafíos para la administración del presidente Joe Biden y una mirada a los problemas de la región.
Desde la pasada semana se estima que unos nueve mil hondureños, impulsados por la violencia que imponen las pandillas criminales y las calamidades dejadas por la pandemia sanitaria y los huracanes, han llegado a Guatemala, luego de romper los cordones de seguridad, en su determinación de penetrar a Estados Unidos a través de la frontera con México.
El ascenso al poder de Biden no se ha citado entre los motivos de las caravanas de migrantes que vienen dándose desde 2018. Aunque en algunos puntos la avalancha ha sido recibida por fuerzas de seguridad con detenciones masivas, palos y gas no se ha logrado dispersar a los emigrantes.
El presidente Biden tendrá que prestar atención tanto al desafío que representa el drama como a los problemas que generan la explosión, entre los que afloran la mala calidad de los sistemas políticos, la corrupción, el desempleo, la criminalidad, las desigualdades y muchos otros que conforman una cuantiosa deuda social.
El caso de los hondureños se ha agravado no solo por la pandemia sanitaria, que según las estadísticas ha provocado la pérdida de más de un millón de empleos, sino por el impacto de las tormentas que últimamente han azotado el territorio. Ante la propagación del coronavirus la respuesta se torna más urgente.

